La última vez que estuve encinta fue hace ocho años, pero de todas las sensaciones que experimenté en ese y los otros embarazos que tuve, sobresalen:

Las náuseas. Es sabido que uno de los malestares más comunes es este. En mi caso me fue bien, salvo la sensación extremadamente bipolar de tener el estómago que te ruge del hambre, pero no poder comer nada porque sientes que nada te baja. Era horrible. Como si tu barriga y tu boca estuvieran en huelga y no se pusieran de acuerdo. Por semanas enteras mi dieta consistió de Ginger Ale, juguitos Welch del rosado y paquetitos de galletas Cristy.

La ropa. En mi primer embarazo (allá a finales del siglo pasado), imperaban las camisas largas hasta las rodillas. No lo entiendo. Eran carpas que abarcaban tus muslos enteros. Con los años la moda fue mejorando. En mi último embarazo saqué del baúl donde guardaba mi ropa de maternidad un pantalón tan ancho que parecía de payaso de circo. ¿Quién diseñaba estos espantos? ¿Dónde estaba el Fashion Police entonces?

La hinchazón. Nivel “mi reloj no me queda”. Ni mis anillos ni los zapatos. Abran paso para las sandalias y chancletas. No podía flexionar los pies ni para bajar escalones. El doctor me decía “no te preocupes, cuando des a luz te vas a deshinchar”. Pues di a luz y mi cuerpo no recibió el memo, porque me dolían los pies hasta para dormir boca abajo.

El cansancio. Lo confuso de este punto es que uno cree que está cansado. Yo literalmente sentía que mi bebé me estaba succionando la energía como cuando conectas tu celular a un cargador. Pero espera a dar a luz. Ahí sí conoces lo que es cansancio del bueno.

Los sueños raros. No sé si esto les pasa a las demás, pero yo tenía sueños verdaderamente alucinantes. Uno recurrente era ver la cara del bebé presionando a través de mi barriga, como Alien o al estilo Pesadilla en la calle Elm. Me despertaba sobresaltada cada vez que esto pasaba.

Percepción engañosa. Me veía en el espejo cuando ya estaba cerca de mi fecha y me decía a mí misma “Wow, ¡nada mal! ¡Qué barriga más decente que has hecho Sarita!”. Claro, hasta que das a luz y te das cuenta de que todo fue una ilusión óptica. Estás enorme por todos lados. Como tu barriga era tan descomunal, todo lo demás en tu cuerpo lo veías chico. Ahora que la barriga se fue, lo demás se ve gigante. Y un poquito deforme. Antes estabas encinta, ahora solamente estás gorda.