Todos aprendimos a escribir con letra cursiva. ¿Verdad? Seguro tuvimos algún libro de caligrafía y también un cuaderno de doble raya. Hicimos la ‘a’  y  la juntamos con la ‘m’, pronto ya escribíamos mamá. Bueno, no pronto, pero usted me entienden.

Con esfuerzo, puedo recordar cómo era escribir en la escuela mi nombre en letra cursiva o corrida —decían algunos. Tenías que poner el nombre a tu hoja de ejercicio —mimeografeado y aún no estoy segura de cómo se ve un mimeógrafo.

Los ejercicios de desarrollo, llenar espacios o cierto y falso controlado los hacíamos con esa letra. Esa pata de gallo, decían en broma, pero en serio los profesores.

Pero en algún momento, abandonamos la letra cursiva. ¿Cuándo fue? No está claro, pero creo que ya en la universidad mis ejercicios los completaba con letra de imprenta. Se veía mejor ¿no? Tampoco recuerdo que los profesores pusieran algún pero por usarla, pero algunos sí suplicaban: ‘uses letra de imprenta’.

Este año mi Gabriela está en pre kinder y ya está haciendo la ‘G’. ‘Si la quieren ayudar en casa — nos dijo la maestra— háganlo con letra cursiva, no imprenta’. Sabemos que los niños deben aprender a escribir a mano, pero cada vez escribimos menos.

En París, la alcaldía tomó este año la iniciativa Paris’écrit, se ubicó lapiceros en sitios públicos para animar a la gente a escribir.

En Finlandia, país al que todos miran para ver qué hacen en educación, se enseñaba hasta hace poco a escribir en letra cursiva y en letra imprenta, pero desde hace unos años las lecciones de escribir letra cursiva son optativas. Lo que sí es obligatorio es la mecanografía, para que todos escriban bien en teclados.

Al final que la letra cursiva, tipo palmer, será un lujo. Una suntuosidad reservada para las invitaciones de boda o la toma de posesión del presidente.

Hace unos días, una casa de moda me hizo llegar una nota escrita a mano por una de sus ejecutivas, allí me di cuenta cuán precioso es este detalle. Sí, es un lujo. O un pasatiempo. ¿Han oído del lettering? Es la nueva fascinación por escribir bellamente a mano.

No, las patas de gallina que tanto nos criticaban los profesores no entran en esa categoría.

De pronto tengo ganas de escribir tarjetas de Navidad a mano.