Muy por encima me atrevo a decir, por si alguien tiene dudas, que la keratina es un tratamiento químico para dejar liso el cabello. Aplicarlo toma no menos de dos horas. Y, según un experto que consulté ayer, puede costar entre 60 dólares y 100 dólares. Todo depende del salón de belleza.

Apenas esta semana las salas de belleza en Panamá abrieron sus puertas. Era justo y necesario para las personas que trabajan en ese sector y para quien necesite y pueda pagar el servicio. Lo cierto es que estos negocios enfrentan un grave desafío porque su clientela sigue en cuarentena y con el bolsillo afectado debido a la paralización económica, causada por el coronavirus.

Alguien, o muchos, habrá comentado que dos horas no son suficientes para ir a un salón de belleza. Yo confieso que podía tardar hasta cinco horas y, en parte, por eso dije “hasta aquí, esto no es vida”, pero con ese tema ya les cansé en otra columna.

Errores cometemos todos, y creo que eso justo hizo el ministro de salud hace varios días al comentar que si bajaban los casos daría a las damas más tiempo de salida para ir al salón de belleza. En Panamá, mientras escribo esta columna, las personas solo salen dos horas. Hay días para mujeres y días para hombres.

Aquel comentario fue condescendiente, y por lo tanto criticado. Pobrecitas y necias las mujeres, pareció insinuar. ¿Por qué no dijo que los hombres necesitan tiempo para pelarse y arreglarse las barbas?

Luego tampoco ayudó que el día que finalmente se retiró la restricción de horas, el presidente del país dijera, medio en broma, que esa flexibilización de la cuarentena serviría para que las mujeres se fueran a hacer la keratina, algo que según el presiente no sabía de qué iba, pero suponía que llevaba tiempo hacerse. Por eso intenté explicarlo al principio de esta columna.

Capaz cuando en diciembre Google presente las preguntas del 2020 en Panamá saldrá ¿qué es la keratina?

La palabrita se convirtió en el chistecito de la semana. Protagonizó caricaturas de periódicos, apareció en glosas, irritó en grupos de chat, escandalizó a organizaciones de mujeres y a varias profesionales que conozco.

No dudo que nuestras autoridades y sus expertos en manejo de crisis se estén arrancando los pelos, sin keratina, porque parece que la población por todo se queja y le sale roncha. No se les puede decir nada. El presidente solo estaba haciendo un chistecito.

Lamentablemente el país, uno que tiene cinco meses de estar en cuarentena, tiene pocas ganas de reírse con las autoridades. Y menos con bromas que exhiben la sociedad de valores hipócritas en la que vivimos. Esa que por un lado critica y menosprecia por vanidosa y superficial a la mujer que invierte en su apariencia personal, pero que, por el otro lado, no contrata, no asciende, ni invita a salir a una mujer que considera desarreglada.

¿Keratina de qué? si el contrato está suspendido. Si las empresas están despidiendo. ¿Cuál keratina? si muchos salones de belleza no volverán a abrir porque durante estos cinco meses quebraron. Lo que desvela no es el no poder acicalarse. Y aclaro que el autocuidado es importante.

Hay desesperanza porque todavía no se ve la salida. Bajan los casos, parece, pero y aunque cada quien tiene que hacer su parte, necesitamos ver claridad en las autoridades.

Muchas personas a las que les sobra para la keratina viven en una burbuja sin darse cuenta de que hay hambre y necesidad real alrededor. Su preocupación no es trivial.

Y por otro lado, superemos la keratina. ¿Hasta cuándo hablaremos de eso? Ni sé para qué escribí esta columna.

Claro que podemos y tenemos que hacer llegar a nuestras autoridades nuestro descontento, tampoco pueden andar diciendo cualquier cosa, pero después de eso hay que pasar la página y atender otros asuntos.