Había una vez, cerca de la plaza 5 de mayo, un almacén de artículos electrónicos con una sección de discos de vinilo que era un sueño.

Disco de larga duración y discos sencillos se vendían allí como pan caliente. La señora Ligia atendía a los clientes y solía hablarles de los discos y contarles lo que traían. Sí, pues antes cada long play incluía en su estuche su historia, créditos y agradecimientos.

Allí fueron de visita y a firmar discos La Lupe, Celia Cruz, Marco Antonio Muñiz, Tito Puente, José José y Bony Cepeda. Con suerte hasta cantaban.

El lugar se llamaba Panamá Radio y quienes tienen memoria de la capital en los  años 1960 y principios de la década de  1970 lo recuerdan.

La tienda era propiedad de la familia Halman, que se aseguraba de contratar gente que amara el trabajo, gente apasionada por la música y en este caso, muchas eran mujeres. Era común que ellas ocuparan los puestos de vendedoras en los comercios. Yo ignoraba la existencia de este lugar. Vine a descubrirlo gracias al documental Panamá Radio dirigido por Edgar Soberón Torchía y que se proyectó en el Festival Internacional de Cine de Panamá.

Incluía entrevistas con el experto en música panameña Mario García Hudson, con el antropólogo Carlos Fitzgerald, con la cantante Solinka y Francisco Buckley o Bush, de los combos nacionales.

Asistí a la última presentación del documental. Toda la función se vendió. Al final, el director y Ligia,  una de las protagonistas, hablaron al público. Muchas manos se levantaron para hacer preguntas, pero sobre todo para decir: “señora Ligia, ¿se acuerda de mi?: yo trabajé en Panamá Radio”. Un reencuentro de 40 años. Mágico.

Hablando del documental con Daniel Domínguez, periodista cultural, me hizo notar que Panamá en aquella época era una meca de la música salsa, se consideraba que si triunfabas ante el exigente público panameño podías hacerlo en cualquier parte.

Bien puedo recordar, siendo pequeñina, cómo la salsa estaba en todas partes: en las tiendas de la avenida Central, en los buses de Panamá La Chorrera, en los tocadiscos de mis vecinos en Panamá Viejo.

Que agradable fue ver este pasado nuestro que nos enorgullece de lo que fuimos y por tanto de lo que podemos ser: gente que hace las cosas bien y se entrega.