Habíamos asistido a ese conferencia para oír sobre la participación política de la mujer. Después de que una de las expositoras terminara su interesante presentación se abrió el periodo de preguntas y respuestas. Para qué fue eso.

Un rato después quedaría en evidencia que no había preguntas. Pero si sobraban  ganas de desahogarse.

La primera fue una señora que postulaba a la alcaldía de su distrito, de manera independiente. Contó, a mucha honra,  que había tenido que sortear perros, gallinas, que había tenido que subir y bajar montañas para conseguir las firmas. ¿Que qué firmas?

Se me olvidaba explicar, por si acaso, que este año el Tribunal Electoral  abrió el compás para que participaran en la contienda política panameña candidatos que no estén afiliados a partidos. Lo único que debían (quizás eso de lo único lo voy a borrar después porque suena a  sarcasmo) era conseguir firmas de gente que apoyara su candidatura.

Para aspirar a la presidencia se requieren al menos 18 mil firmas. Para estar en una de las papeletas de  representante de corregimiento, diputado o alcalde el pretendiente deberá lograr, en firmas, el equivalente al 2% de los votos válidos registrados en la última elección, en las respectivas áreas donde se postule.

Volviendo al salón de la conferencia: otra señora se levantó para decir que ella era una profesora jubilada,  muy apreciada en su comunidad. Para hacer una diferencia se había lanzado a la política. Pensaba que había hecho la peor decisión de su vida al lanzarse como independiente. Ella sentía que había sido lanzada a los lobos.

Contó que el Tribunal Electoral no le había dado la información tan clara como ella esperaba. Además,  pasó  grandes problemas para recoger firmas. La gente que la ignoraba y hasta le volteaba la cara para otro lado no fue el problema. Más lata le dieron algunos que sí accedieron a firmarle. “Ah, ¿usted quiere ser diputada independiente. ¡Otra más! Yo le voy a dar mi firma para que también vaya a robar”.

La señora, por supuesto,hizo acopio de toda sus dignidad y casi le da con ella en la cara al señor tan atrevido. Según contó.

Otra asistente, política de varios años,  se levantó y dijo: ” Y les falta lo más difícil:  Una vez que ustedes tengan las firmas tienen que enfrentarse a candidatos de partidos políticos. Ellos tienen como movilizar a los votantes y además están en la mesa a la hora del conteo de votos para defender sus votos e impugnar los ajenos”.

Este fin de semana se decide qué candidatos independientes pueden seguir en carrera. Para muchos esto ha sido más emocionante que incluso las elecciones primarias de los partidos tradicionales.

Los insultos que recibió aquella señora “usted también quiere robar” son el resultado de un país que está bastante desilusionado de sus políticos. Es aplaudible el que se incluya a otros actores políticos, pero aún hay cosas que mejorar: por ejemplo hemos visto personas que toda la vida han pertenecido a partidos aparecer ahora como independientes y también hay quienes han amenazado con ser candidatos por su partido como alcaldes e independientes como diputados. Qué descaro, por no decir viveza.

En aquella conferencia me quedó una buena impresión de las independientes. Ellas estaban allí, hablando, quejándose, manifestándose. Pero casi no había presencia de personas de partidos tradicionales. Queda en evidencia que hay gente que de verdad quiere hacer un cambio.