Olga Sinclair obtenía bajas calificaciones por sus dibujos en la escuela. Sí, eso le pasaba a una de las pintoras vivas más famosas de Panamá. Yo le escuché esa anécdota.

Sus compañeros sacaban 5 porque ellos calcaban y Olga procuraba hacer algo diferente y eso no le agradaba a su maestra: “así, no”.

Tuvo la suerte de que cuando llegaba a casa con su dibujo mal calificado, su papá le decía que no importaba; su trabajo estaba bien. “Salte de la línea, hija”, le decía. Ella hizo caso a su papá y gracias a eso tenemos a la gran Olga Sinclair que da talleres a tantos niños a los que, claro, les deja salirse de la línea.

¿Qué habrá pasado con tantos niños creativos como ella, pero que no tuvieron un adulto en casa que los estimulara?

En un mundo donde las máquinas cada vez hacen más el trabajo automático, necesitamos formar personas innovadoras y que encuentren soluciones, pero eso no lo serán si aprenden con ejercicios de llenar espacio. Memorizan cómo se llamaba el caballo de El Cid Campeador, pero no piensan sobre las motivaciones de El Cid, ¿por qué hacía lo que hacía?, ¿podía haber actuado diferente?

Respeto a los docentes; ellos tienen que lidiar con salones de 30 o 40 niños. Claro que es más manejable un grupo donde todos guardan silencio y siguen instrucciones, pero que sean capaces de hacer eso no basta, a menos que nuestra intención sea formar corderitos.

Nuestras autoridades educativas tienen que saber que progreso en las aulas no es tener computadoras ni murales electrónicos.

Pensamos que el objetivo es preparar a los alumnos para trabajar en algo, pero no solo necesitamos bachilleres. Necesitamos panameños que razonen, se cuestionen y que reten el sistema para que Panamá crezca.

Los padres también tenemos que hacer nuestra parte. Dejar de decir a los niños “no seas inventor”. “Sí, hijo inventa”; claro, que todo con límites y normas de seguridad.

Educamos a los niños diciendo todo lo que no pueden hacer: no grites, no saltes, no rayes la pared, no camines sin zapatos, no pintes las nubes de morado. Claro que necesitan normas, pero también hay que darles espacios donde puedan ser y hacer.