Mi mejor amigo llamó esta semana para invitarme un café. Me dijo que ya sabía cómo podíamos hacerlo de forma segura en estos tiempos de distancia social y mascarilla. Su plan era el siguiente: nos sentaríamos en la misma mesa pero a prudente distancia y convesaríamos cómo si tuviéramos pena. Tal como lo leen, con la cabeza agachada, sin mirarnos a los ojos y bajito. ¿Así hacen los penosos?

Al día siguiente, me volvió a llamar con otra idea, mejor. Podíamos tomar café, igual sentados a prudente distancia, pero  mientras uno de los dos sorbía de su taza y hablaba el otro usaba la face shield o la máscara esa de plástico que te protege hasta los ojos. Nos iríamos turnando.

Todavía no hemos salido a tomar ese café, y eso que hasta me dijo que  Athanasiou de Obarrio tenía dos tazas al precio de uno. Ninguno de los dos está del todo convencido de cómo emprender esta hazaña. Mientras, hemos optado por hacer café cada uno en su casa  y tomarlo mientras hablamos por teléfono.

No recuerdo cuándo habíamos dedicado tanto tiempo a hablar sobre tomar un café. Cuando mucho nos deteníamos a quejarnos, quiero decir a conversar sobre  el precio. ¿Vieron esta noticia de La Prensa donde dice que el capuccino de Panamá es el más caro de latinoamérica?  Una taza en Panamá cuesta en promedio 2.94 dólares. Solo nos supera Canadá, 3.14 dólares y Estados Unidos, 4.26 dólares. Y aún así mi amigo y yo queremos ir a darnos ese gustito.

¿Pueden creerlo? ¡Cómo hemos quedado! No lo del café, lo otro: Tenemos que desarrollar estrategias inverosímiles para hacer las cosas más ordinarias. Hasta comerse una empanada en la calle cuesta ¿cómo haces con la mascarilla?

También son insólitos los titulares de los noticieros. ‘Abrió el mall’, ‘Es permitido salir a cualquier hora’,  ‘Ya se puede sentar en un restaurante’. La normalidad es primera plana y seguirá siéndolo por un buen rato.

Ya estoy soñando con estos titulares: “Es permitido romper la piñata”, “Abren los probadores de maquillaje”,  “Hay degustaciones de galletas digestivas en el supermercado”. Sé que pronto eso volverá. Espero.