Hay gente que no necesita de mucho para enfadarse y armar un tamborito si se siente engañada, pero la pandemia ha dado suficiente lata como para sacar de quicio hasta a aquellos que no se perturban fácilmente.

Todavía hay algunos por aquí protestando porque hace un año nuestras autoridades de salud dijeron ‘pueden carnavalear’ y después se vino el armagedon del que ningún super héroe nos pudo salvar.  De la misma manera, al principio, no se recomendaba a todos el uso de la mascarilla facial, después se volvió obligatoria y ya no hay manera de salir a la calle, en Panamá, sin ella. Mucho enojo causa esta aparente incongruencia de la gente que se supone sabe de estos temas.

Aquí seré abogada del diablo, y no me están pagando por ello, pero tengan en cuenta que en ese momento nadie sabía lo que sabemos ahora. Nadie imaginaba que un virus que había nacido por allá lejos, lejísimos iba a llegar a la puerta de nuestra casa  y nos iba a obligar a encerrarnos con llave. Antes habíamos visto el ébola, el Sars o el H1N1. No eran relajo, pero era parte, si acaso, de la sección de noticias internacionales. Aquí en Panamá nunca pasa nada, pensábamos.

Lo de ahora nunca se había visto. Nunca un virus había clausurado casi todos los comercios. Ni nos había cambiado la forma de relacionarnos, de estudiar o trabajar. Ningún virus no había obligado a tener que despedir a nuestros familiares en sepelios sin gente y sin abrazos de consuelo.

Ahora nos llega otra noticia para ponernos bien bravos, ya nos va a dar otro faracho: resulta que mucho de lo que veníamos haciendo hace rato para cuidarnos pues no es tan necesario. ¿Cómo así?

Siéntese para leer esto: ni el pediluvio, ni el lavado intensivo de las compras del supermercado y ni siquiera la toma de temperatura antes de entrar a los comercios previenen el coronavirus como creíamos. Tampoco lo hace la desinfección de oficinas o el metro con esas nebulizaciones que se ven tan espectaculares en las fotos.

Para que no se enoje tanto, le voy a decir que por supuesto es higiénico limpiar sus zapatos o dejarlos fuera de casa. Adopte esa costumbre si quiere. Claro que es bueno limpiar las compra del supermercado. No está de más saber cuánto tiene uno de temperatura, pero eso no es tan efectivo para combatir el virus.

Si su pared y su sofá esta totalmente desinfectado tampoco significa que puede recibir gente en casa sin mascarilla o sin distancia social.

Y muchos especialistas lo están diciendo porque insistir en esas medidas ofrece una falsa sensación de seguridad y con ello bajamos la guardia y no estamos en lo que tenemos que estar.

Las vacunas nos van a ayudar pero solo cuando la mayoría estemos vacunado con las dos dosis. ¡Somos más de 4 millones de panameños! Bien lo decía Julieta de Diego de Fábrega en su columna anterior Del Diario de Mamá.

Antes de eso,, tenemos que seguir cuidándonos mucho y aunque alguno se enoje conmigo tengo que decir esto: la pandemia no se ha acabado seguimos en ella y la luz al final del camino se ve, pero no tan cerca.