Hace un año leí el siguiente letrero: “Este local está obligado a servir agua de grifo a los clientes que lo pidan”. En letras pequeñas se mencionaba un decreto de ley. Bueno, quizás no decía exactamente eso porque el letrero estaba en portugués, y yo estaba en la ciudad de Fortaleza, Brasil.

La primera vez pensé: ¿será que dice lo que creo? Después lo encontré en una cafetería y en otros sitios. Comprendí que las autoridades obligaban a ofrecer agua de la pluma. Me pareció rarísimo. En Panamá, por lo menos, no hay que obligar a servir agua, pensé. Allá la costumbre es ofrecerla a los comensales.

Meses después, estoy aquí añorando una ley como esa. En los nuevos restaurantes ya no te sirven agua. Algunos solo te la ofrecen embotellada.

Me puse a investigar sobre estas normas en otros países. Resulta que en España se han hecho esfuerzos para que los restaurantes sirvan agua gratis. El año pasado, la Organización de Consumidores y Usuarios de España promovió la campaña #PideJarradeAgua para incentivar hábitos saludables y reducir el uso de botellas de plástico. Pero los dueños consideraban injusto regalar algo que a ellos les costaba.

Alegaban que algunas personas iban a aprovechar la oportunidad para pedir agua, café y permanecer cuatro horas sin consumir más. Otros temían que los clientes se fueran a llenar de agua y no compraran otras bebidas.

Esto causó tal debate, que medios de comunicación como El País, para explicar la norma, entrevistaba a los funcionarios con preguntas como: ¿hasta cuántos vasos de agua se puede pedir?, ¿debería cobrarse un extra si se pide con hielo?, ¿qué pasa si alguien pide agua para su perro?, ¿y si una mamá pide agua para el biberón?

¡Qué pereque! Ese tipo de discusión sería insólito en Panamá. Y sí, sé que el agua en Panamá se paga mucho más barata que en España.

Hay cosas que no deberían ser impuestas. Si alguien prefiere agua de botella, que se le venda, pero a los que tomamos agua de la manguera cuando pelaítos y sobrevivimos, pues que se nos permita beber agua de la pluma sin que se nos mire como a un pobre diablo.

Por otra parte, a veces sirven agua en el restaurante y la gente no la bebe. Es un desperdicio. Tal vez lo mejor sería preguntar quién quiere. Todos felices.

¡Uf! Esta polémica me ha dejado sedienta.