Greta Thunberg tiene un apellido que en español suena raro. Hace año empezó a hacer algo aún más raro: protestar frente al parlamento sueco con un letrero en que se leía: “Skolstrejk för Klimatet” o huelga por el clima.

Hacía esto en horas de escuela porque ella tiene 16 años. Raro, ¿no? A veces iba con su mamá, reconocida cantante sueca de ópera. Pero prefería ir sola. Para que no dijeran: “seguro es una niña manipulada por sus papás hippies”.

Faltaba poco para las elecciones de su país, y ante una ola de calor y de incendios en los bosques, Greta pedía que Suecia redujera las emisiones de carbono, tal como se había comprometido en acuerdos internacionales.

A los ocho años ella oyó del cambio climático, de los glaciares derretidos, del plástico que se comen los peces y luego comemos nosotros. Le preocupó, pero más le preocupó ver que los adultos bien, gracias. Se deprimió.

Convenció a sus padres de no comer carne y de no volar. Algo difícil para su mamá, quien hacía giras musicales.

Cuando superó su depresión llegó la rabia, rabia porque los adultos seguían sin hacer nada. Hay quienes niegan el cambio climático.

Lo que empezó con una protesta de dos gatos se ha convertido en un movimiento que en estas últimas semanas ha generado titulares noticiosos. Jóvenes de México, España, Australia y Estados Unidos cierran sus cuadernos y se van a protestar. Son jóvenes que están enojados porque temen que sus padres mueran de viejos, pero ellos morirán por el cambio climático; así se lee en sus carteles.

Fridays for Future, viernes para un futuro, viernes de protesta y de no ir a la escuela es ya un movimiento internacional. Lo empezó esta niña sin pretenciones. Tiene síndrome de Asperger y piensa que por ello tiene una mirada diferente de las cosas. “¿Quién le paga a Greta?” , la señalan sus detractores. Ella ignora las críticas, y los halagos. Y eso que hasta la han nominado para el Nobel de la paz.

No quiere escuchar que el futuro es de los jóvenes. Quiere acciones, no discursos. Quiere la verdad: que según los datos que se tienen, los países no han hecho lo suficiente y las industrias tampoco pues han obtenido su riqueza a un precio muy alto para el medio ambiente. “Los adultos han fallado en cuidar al planeta”, “Nuestra casa está en llamas”, insiste. “Hagan algo”, pide.

¿Y quién es Greta? ¿Qué autoridad tiene para hablar sobre el clima? Su única credencial es que el futuro será de ella y lo está reclamando. Lo raro es que los adultos no habíamos caído en cuenta de esto antes.