Ya estaba todo listo para terminar de instalar el Nacimiento. Era una villa magnífica con casitas, pastores, puercos —muchos—, gallinas, un pozo, hierbita…, el ángel y la estrella de Belén también estaban. Todas eran figuritas que se habían comprado poco a poco, cada año alguna, pero no aparecía lo principal. El Niño Dios se había perdido.

Esta historia que les cuento le pasó a una amiga, pero en nuestra casa también ocurrió. Cuando éramos niños uno o dos años se nos perdió Jesús. Así de terrible como suena.

Una vez, con el cuento de que podíamos esperar hasta el 25 de diciembre, nos demoramos en conseguir uno. Casi llegan los reyes magos primero. La cosa fue que solo conseguimos un Niño Dios mucho más grande, pero allí lo pusimos, como un Gulliver entre María y José Liliputenses.

Al año siguiente quiso aparecer el Niño Jesús original, por supuesto le cedimos su lugar en el pesebre, pero como nos pareció muy mal dejar al otro en la caja pues pusimos los dos. Así quedaron uno al lado del otro.

Ese es un pesebre panameño ¿no? Lleno de cosas curiosas. Y cuando hay niños ni se diga. Ellos van poniendo robots, jirafas, dinosaurios. La cosa es que llenan el pesebre de personajes y la verdad no se ve tan mal.

Otra cosa es cuando hay gatos u otras mascotas que les da por buscar lo que no se les ha perdido, entonces tumban las figuras, la desacomodan, y qué estrés.

Pero lo importante por estos días es que no se nos pierda el Niño Jesús de nuestras navidades y nuestros corazones. No, no voy a hacer un sermón aquí sobre el consumismo ni tampoco a criticar a los que invierten horas decorando sus casas, sus arbolitos y sus mesas. Por favor, hay que vivir y dejar vivir.

Pero sí me voy a permitir recordar que la Navidad es más que eso. No podemos ser tan vivos de agarrarla de excusa solo para comer de más, endeudarnos o peor para compararnos con los regalos y los arbolitos que tienen otros. Después de tantos meses de pérdidas y tristezas vuelve la Navidad — porque la vida sigue— con una oportunidad para ser más buenos con nosotros, y con los demás. Allí, que no se nos pierda el Niño Jesús.