Hay que pelar el ojo cuando se pide por delivery o deliberi, como dice la mayoría. Recuerdo una época en que decíamos: ‘llegó el motorizado’. Ahora  lo hemos cambiado por “llegó el delivery o tienes un delivery”. ¿Más fácil no sería decir: llegó la entrega o el pedido? Eso es tema para otra columna.

Lo que quiero contar es que suena muy fácil y sabroso eso de que le traigan a uno las cosas a la puerta de la casa. Pero hay algunas cositas que no son tan fáciles ni jugosas.

Para compartir con mi hija en aquellos meses de cuarentena total  nos inscribimos en un curso virtual de cocina. Todo lo pudimos solventar muy bien con los cacharros que teníamos en casa. No crean que son muchos. Pero cuando llegó la clase de hacer pizza me atreví a invertir en un molde.

La señora de la tienda, pacientemente, me mostró por WhatsApp varios  hasta que me decidí por uno. Era una marca que yo había comprado antes y estaba a buen precio. Me sentí la reina de las compras inteligentes, hasta que llegó la bandeja. Era gigante como para una pizza super plus familiar, casi no entra en el horno. Todavía no se bien donde ponerla. Así aprendí o mejor dicho recordé que al comprar online hay que leer bien los detalles y entender de medidas.

Esa última parte es crucial. Uno realmente no sabe, al menos yo no,  cuánto mide un molde de pizza, ni tampoco un pie de una niña de seis años. Por internet pedí para mi hija unos hermosos zapatos. Yo confié en mi habilidad con las tallas, pero mi fuerte es el ojímetro. Eso no sirve en la virtualidad, y ya les hablé de mi manía de comprar todo grande para los niños . Así que  me llegaron unos zapatos enormes que podrá usar como en tres años más. No le medí el pie.

Seguro mató a confianza. Por eso hay que revisar cada pedido con el motorizado en frente. No deje que se vaya. Abra el paquete, en especial si se trata de medicinas. Esto me pasó: me trajeron unos medicamentos que no eran. Quiero decir era la marca pero no contenía la fórmula.

Eso me preocupó mucho. Si no estás atenta corres el riesgo de tomarte algo que no te va a funcionar o, peor, te puede  enfermar. Y aunque se debería poder confiar en los que despachan los medicamentos al final, pienso, es responsabilidad de una verificar el pedido.

Un amigo me contó emocionado que había conseguido una promoción excelente de 50 mascarillas por 5 dólares. Hubo un tiempo en que llegaron a vender esa caja en 30 dólares ¡qué barbaridad! Él, como yo, ¿recuerdan la bandeja? pensó que era el rey de las compras, hasta que descubrió que la entrega le costaba 8 dólares.

Hay que leer la letra chiquita. Hay que preguntar y agarrar una cinta métrica. Si no la gracia puede convertirse en una mueca.

Y sé que la tecnología avanza en patines, pero hay cosas que no veo cómo se pueden comprar sin ver. Por ejemplo la ropa o zapatos de una marca que nunca usaste. Y que me perdonen las tiendas, pero por eso no pueden tener los probadores cerrados. Una va a la tienda para  probarse el vestido. Eso también es tema para otra columna.

Ahora quiero saber sus historia. Sin pena ¿Como les ha ido con las entregas? Cuéntenme a rmunoz@prensa.com