Hay ciudades de las que todo el mundo te dice: “te va a encantar”. Una es Río de Janeiro, en Brasil. No me decepcionó.

No sé encerrar su encanto en palabras. Quizás sea la vista de la bahía de Guanabara, los mosaicos de Copacabana, la canción de la Garota de Ipanema o la forma en que todo el mundo parece estar listo para ir a la playa.

En Panamá estamos rodeados de mar y casi no se nos ocurre salir cualquier día después del trabajo a caminar por la orilla del mar. El mar es la vida del carioca.

Con mi mamá he aprendido a ver a Río con otros ojos. Ella encuentra allí sus recuerdos, caminando por alguna rua (calle) o comiendo paleta de milho verde (maíz nuevo) o pipoca (millo). Regresamos a Panamá cargadas de nueces de brasil y de pepitas de marañón o caju. No sé si he confesado un delito. ¿Se puede ingresar nueces al país?

Brasil es un continente, basta entrar a un supermercado para darse cuenta. Ellos producen de todo y tienen de todo legendado (subtitulado) en portugués. Mientras estamos allá trato de memorizar los nombres de las frutas: fresa es morango; piña, abacaxi; sandía, melancia; naranja, laranja. Siempre me equivoco y mi mamá me regaña.

Y así como están los sabores está la música. Una música que a veces es como una seda que te acaricia y otras como una picazón que solo se te quita bailando. Seguro han oído de la samba o de la bossa nova. Mi mamá busca música del sertão nordestino,  que tiene notas de acordeón y eso me explica porque le gusta tanto la música típica panameña.

El aeropuerto de Río lleva el nombre del genio, creador del bossa nova Antônio Carlos Jobim. Solo una una cidade maravilhosa o ciudad maravillosa encumbra así a los músico, como merecen.

En ese mismo aeropuerto leí una vez un letrero que decía: la saudade comienza aquí. Me pareció poesía. Saudade que en ese caso representaba añorar, realmente no tiene una traducción.

Por supuesto, no es una ciudad perfecta. Nos lo recuerda la crónica roja cada vez que encendemos el televisor o la vista de las favelas que la rodean y que no permiten olvidar la desigualdad.

Cada vez que vamos procuro aprender un poquito de la historia de Brasil: sobre el periodo imperial, sobre la historia de la esclavitud o sobre alguno de sus personajes famosos e intrigantes como el pionero de la aviación Santos Dumont o la fascinante escritora Clarice Lispector. En nuestro último viaje trajimos un libro sobre ella para Gabriela.

Como me lo temía, este espacio se me hizo pequeño, perdón. Tenía muchas ganas de hablarles de Río.