A mí me gustaría encontrar a uno de esos gurús, mediums, adivinos, culebreros que presumen de leer el futuro. Esos que nos avisan de horrores y terrores futuros.  Mejor no. Capaz y no me pueda contener.

Quiero  pregúntarles, de muy mala manera, dónde estaban el año pasado. ¿Qué hacían en noviembre y diciembre? ¿Se les apagó la bola de cristal? ¿Les comió la lengua los ratones?

Ninguno fue capaz de ponernos sobre aviso para el año 2020. Ni siquiera pudieron decir : ‘abróchense los cinturones que será un año movido’ o ‘Año de patas arribas’.  Ni uno puede jactarse de: ‘¿Vieron? Se los dije y no me querían creer’. Igual que nosotros, ellos no lo vieron venir.

Tengo todo el derecho de quejarme. Desde que tengo memoria he escuchado avisos del fin del mundo. En 1986 el mundo se iba a acabar porque venía el cometa Halley. Surcó los cielos y gracias a dios solo nos quedó el recuerdo. Habrá que esperar 75 años para verlo de nuevo.

Nostradamus, bendito, predijo el fin del mundo para 1999. La verdad es que Nostradamus no es tan necio como sus seguidores.  Ahora a mitad de la pandemia aparecieron para decir que no habían leído bien pero que Nostradamus sí predijo una cosa terrible para este año. ¡Ay, por favor!

En el año 2000 el mundo moderno llegaría a su fin pues las computadoras no iban a saber qué hacer con el cambio de siglo. Fíjate que sí supieron y la humanidad continuó. En 2012 se acababa el Calendario Maya;  después de eso se llamaba Perica. Pues otra vez se equivocaron.

Del 6 de junio del 2016  no pasábamos. En esa fecha se unían tres seis en un mismo día. Y cómo todos sabemos es el número de la bestia.

Bestia han sido los que han inventado una y otra vez patrañas para asustarnos. Y más bestias quienes se las hemos comprado.

¿Que si estoy enojada porque el mundo no se ha acabado? No, claro que no.  El punto es que viven asustándonos, metiéndonos miedo, poniéndo a las madres a explicar a los niños: ‘no, hijo el mundo no se va a acabar’. Pero  cuándo de verdad había un nubarrón en el horizonte, nadie dijo nada.

Se pueden llenar libros con todas la veces que se ha vaticinado el fin del mundo. Me acabo de dar cuenta que hasta Wikipedia tiene un apartado que se llama así: Fechas del fin del mundo. No, no les recomiendo esa lectura.

Hace rato dejé de creer en esos avisos tenebrosos.  No porque sea una descreída si no porque hace rato aprendí que los desastres cacareados no llegan. ¿Cuántas veces no se ha anunciado un huracán devastador? Y, por fortuna, toca a tierra como un cachorrito.

¿Cuántas veces en el recreo, allá en los años 1980, alguien vino corriendo a decir: ‘se va a formar’ o ‘se formó’? Para anunciar que algún suceso o revuelta grande iba a ocurrir y Panamá podría salir de la dictadura militar en la que vivíamos. No era dictadura con cariño, como quieren decir los que se beneficiaron de ella.

Cundo lo terrible ocurrió, el 20 de diciembre de 1989, pocos lo vieron venir. Estoy segura que en el recreo del 19 de diciembre, un día antes de la Invasión, a nadie escuché decir: ‘se va a formar’.

Llegó calladito y es que año que ladra no muerde. Menos muerden esos embusteros. No quiero saber más de premoniciones.