Después de un terremoto aprendes varias cosas. Una es no guardar la vajilla buena para una gran ocasión que no llegará nunca. Porque la gran ocasión podría terminar siendo una catástrofe y adiós lindas tazas que nunca usaste. Más o menos así dice la psicóloga y conferencista chilena Pilar Sordo, quien ofreció apoyo psicológico a las víctimas del terremoto de Chile en 2010.

Quienes conocen a Pilar saben que no se muerde la lengua, y si no saben de quién hablo escuchen alguna de sus charlas en Youtube. Según esta autora de varios libros, el fin de semana siguiente del terremoto todo el mundo que salió ileso sacó los anillos que tenía en la caja fuerte, los vestidos de los baúles y se los puso, así fuera para ir al mall.

En este mundo consumista vivimos comprando cosas, que guardamos. O no queremos usar porque se nos daña, se nos pela, nos las roban o porque estamos esperando la venida del papa o de la reina; así sea la reina de Calle Abajo.

Pero también hay otras cosas que no usamos. Nos reservamos la alegría, esa la guardamos para los viernes. Nos guardamos la contentura pura, esa la estamos añejando para cuando nos llegue la jubilación.

Tenemos talentos que no usamos. Seremos mejores empleados cuando trabajemos en una empresa mejor. O seremos mejores panameños cuando Panamá cambie. ¿En serio?

Por otro lado, las cosas que no usamos alguien las aprovecha. Allí está la señora que es todo ahorro y devoción, no gasta un centavo de más en bien de la economía familiar, no van de vacaciones ni nada. Ni el cielo lo permita, se acaba ese matrimonio y el marido se va con otra y esa otra se dedica a usar todo aquello que la otra le ahorró al señor. Como debe ser.

No se equivoquen, no culpo a la que bien supo aprovechar lo que había. Que la vida son dos días y uno es de noche.

Culpo a esa manía de esperar por un gran día para empezar a disfrutar la vida. Aló, aló. Ese día es hoy.