Desde arriba todo se ve igual, pero afónico. La misma ensalada de crayones y marcadores en el lapicero, la torre de papeles y libretas a un costado y, por ahí, una que otra tarea ajada.

Pero cuando ajusto mi mirada, noto cierto orden dentro del desorden y una cualidad que sobresale, pero que no logro descifrar.

Todo empezó con una silla. Enorme, con ruedas, reclinable y morada. La silla “gamer” que estrenó mi hijo de 10 años.

En esta esquina, donde convergen todos los matices de su infantil universo, reposa el escritorio donde ya ha dado centenares de horas de clases por Zoom, merendado incontables emparedados de Nutella, dibujado todos los Pokemones posibles y recibido con la mirada apuntando al piso mis regaños cuando me llegan por correo las quejas de su maestra.

Pero esta silla lo promovió de un simple escritorio a una estación de juegos, o como él le dice, su “set-up” (que pronuncia “setap”). Aquí es donde ahora se acomoda para atravesar con su imaginación la pantalla de su ipad.

Primero organizó, más o menos, el cúmulo de cosas en la superficie de la mesa. Luego trajo de otro lado de la casa un basurero para estacionarlo al pie de su silla y atenuó lo más posible las luces del cuarto.

Cada cambio que hacía en su set-up, venía acompañado de una invitación para que yo fuera a verlo.

“Mami, ¡ven a ver mi setap!”, me llegó a decir hasta tres veces en una tarde, y cada vez me daba un tour de su escritorio.

Así vi las llamas de Fortnite que acomodó para que custodien sus pertenencias. Un cofre cuyo contenido desconozco y un rollo de papel higiénico que no entendí para qué es.

También un paquete de papitas abierto y ligeramente regado, que cuando me lo mostró me dijo: “Aquí puse mis botanas”.

“¿Tus qué?”, le pregunté. “¡Mis botanas!”, me contestó. Cuando empecé a decirle que pienso que está jugando en línea demasiado tiempo con niños en España, me salió con que esa es una palabra mexicana que aprendió mirando videos en YouTube.

Ahora solo estamos a la espera de coronar la pared de fondo con posters de Battle Royale, para que Gabriel considere su pequeño reino completado.