Imaginen que tienen su propia empresa. Un proyecto en el que volcaron todo su esfuerzo, invirtieron la totalidad de sus recursos y del cual depende su bienestar futuro.

Imaginen que están buscando personal para llenar las diferentes vacantes que un emprendimiento de esta magnitud requiere. Aceptan las solicitudes de empleo y llegan muchos postulantes. Los empiezan a entrevistar. A la hora de elegir, ¿a quién contratan? ¿Al que tiene potencial o al aspirante que está calificado para el puesto?

Esta no es una pregunta capciosa. En el mundo mucha gente tiene potencial para hacer cosas maravillosas, pero si no las desarrollan y no se capacitan para hacerlas, entonces no sirve de nada.

La realidad es que para este supuesto ‘negocio’ vamos a contratar solo a los mejores candidatos, a los más calificados y a los que puedan aportar a este esfuerzo conjunto. Alguien que sea un activo, no un ‘liability’ o un factor de riesgo que nos perjudique, drene, o peor aún, nos arruine.

Les cuento que ese negocio del que hablo es la vida misma. La nuestra.

Me pregunto, si somos así de cuidadosos, precavidos y discernientes para un negocio, ¿por qué dejamos que cualquiera ocupe puestos de relevancia en nuestras propias vidas? El mayor y más importante emprendimiento que tenemos, uno que es único y que no tiene repuestos.

Le abrimos las puertas a personas que no están facultadas para ser parte de nuestro camino. Sé que en muchos casos los dejamos solo porque vemos su potencial. Es así que cruzamos los dedos y quemamos incienso esperando que lo usen, reaccionen o que cambien.

Pues les adelanto que eso no sirve. El potencial es como un poroto. Si no lo siembras, no le echas agua ni le das cariño, seguirá siendo un poroto. Y un poroto crudo no sirve ni siquiera para comerlo.

Yo desperdicio demasiado tiempo en las redes sociales. Entro a dar una vuelta breve en Instagram, y cuando me doy cuenta, ya me reí de chistes malos, ya saqué ideas para combinar mi ropa, ya me enteré de todo un poco, etc. Pero a veces encuentro chispas de sabiduría, como el video que inspiró esta columna, del autor y orador Stephan Labossiere, @stephanspeaks.

En él hablaba de que muchas personas tienen potencial para dirigir una compañía de Fortune 500, pero si van a una entrevista no las van a contratar porque no están calificadas. Sin embargo, ahí les pueden decir qué necesitan hacer para llegar a estarlo. Y si lo quieren de verdad, pueden trabajar en ello, capacitarse, hacer el esfuerzo y regresar luego, cuando estén listas para asumir la responsabilidad.

También dio el ejemplo de alguien que se propone construir algo. Lleva los bloques, prepara el cemento, dispuesto a trabajar, y llega otro solo con una silla y una jarra de limonada. El de la limonada tendrá potencial y todo lo que quieras, pero mientras se quedé ahí sentado y no haga nada… ¿en verdad necesitas alguien así en tu proyecto de vida?

La respuesta es obvia, pero a veces no vemos las cosas tan claras. Ese video me abrió los ojos para reestructurar mi empresa y poner mi negocio en orden. De ahora en adelante solo contrato a los mejores, y los que no están calificados, pues están despedidos.