El sábado pasado recordé la época, kilómetros atrás en el tiempo, cuando se acercaba mi cumpleaños y estaba ansiosa por que todos los invitados llegaran a mi fiesta. Solo que no era mi cumpleaños, sino la presentación de mi libro en la FIL Virtual 2020, un hito en mi vida personal y profesional.

Cuando empezó la pandemia, todo el mundo se preocupó por el tema de salud, la situación del trabajo, el papel higiénico. En cambio, lo primero que pensé yo fue qué pasaría con la Feria del Libro. Y no era para menos; justo esa semana había entregado todo el material del mío.

Semanas después, cuando se anunció que la feria había sido cancelada, mi corazón se hundió hasta mi ombligo. Pero en un giro inesperado, la Cámara Panameña del Libro asumió el reto que nos imponen las circunstancias actuales y decidió seguir adelante en una modalidad virtual.

Una de las cualidades que encuentro admirable en todos quienes la poseen es la capacidad de adaptarse y por eso quiero felicitar a la Capali por su visión y empeño en lograr esta aventura literaria. Hubiera sido muy fácil apagar las luces, cerrar la puerta y decir “chaito, nos vemos en el 2021”. Hacer eso no solo hubiera sido una decisión entendible, sino irreprochable.

Estos tiempos de incertidumbre han sido difíciles para todos. Mi consejo para las personas en mi entorno ha sido mantenerse a flote, con la cabeza afuera del agua, mientras pase la tormenta y se calmen las aguas.

Pero mi experiencia con la feria me hizo apreciar que, sin bien es cierto que lo más importante es sobrevivir, tenemos capacidad para mucho más que simplemente resistir.

Un tronco de madera es algo inerte, que simplemente flota en el mar, de un lado a otro donde lo lleve la corriente. Por suerte, nosotros tenemos voluntad, podemos manifestar resiliencia, y usar los brazos para nadar.

La Feria del Libro me enseñó muchas cosas y me recordó otras, pero cuando las conferencias terminaron, los avatares desaparecieron en los resquicios del universo digital y apagué mi computadora, rescaté la más importante: flotar no es suficiente; hay que chapotear.