El sol diáfano se eleva del otro lado de mi ventana. Pero mis cortinas están cerradas y no lo veo. Estiro el brazo, y de mi mesita de noche, agarro el celular. Yo solo quería saber la hora, pero se está desbordando mi Whatsapp. El día solo tiene algunas horas de haber comenzado y esto ya parece un mercado.

No estoy segura cuándo esta app dejó de ser una plataforma social y se transformó en un centro comercial. En cuarentena, lo que antes sucedía en la calle, ahora se lleva a cabo en tu teléfono móvil.

En un día cualquiera recibo: afiches para webinars, fotos de ropa, menús de establecimientos varios, listas de postres hechos en casa, kits para decorar galletas y otro para hacer ropa tye-dye, pescado fresco, catálogos de juguetes, variedad de flores, plantas, jugo de naranja y rompecabezas. Que si una docena de mangos a $3 y tres aguacates a $4.50. Y los infaltables de la pandemia: mascarillas, wipes de Clorox y latas de Lysol. Recuerdo con nostalgia los tiempos en que estos artículos no se conseguían; ahora medio mundo los vende.

Por si hay alguien que no lo sabe, y le interesa saberlo, detesto Zoom. Uso solo lo necesario, para asuntos de trabajo, clases de mis hijos y celebrar en cuarentena los cumpleaños de amigas queridas. Hacer un encuentro en Zoom solo porque sí, ni me gusta ni me divierte. Entonces no, repito NO me inviten a un seminario virtual, que si me cuesta concentrarme en persona, mucho menos lo haré en digital.

En cuanto al surplus de otros productos, me parece genial el emprendimiento de tantas personas. Son tiempos difíciles y toca ingeniarse. ¡Pero con una vez que me ofrezcan una bolsa de limones es suficiente! Pueden recordarme de vez en cuando, pero por favor no todos los días que dure la pandemia.

Luego de haber explicado todo lo anterior, no me da pena admitir que tengo 81 personas bloqueadas de mi Whatsapp y otros contactos están a un mensaje en falso de ser desterrados del chat. Claro, algunos están bloqueados por indeseables, pero la vasta mayoría por abusar del celular. A veces me llegan ofertas de números de teléfono que no tengo ni idea de quiénes son. Pasan de inmediato a mi lista negra.

Y así te das cuenta que has crecido y madurado. El otro día alguien me dijo que me estaba escribiendo por el chat, pero solo le salía un ganchito. En otro tiempo me hubiera hecho la desentendida o inventado una excusa, pero en esta ocasión dije: “Debe ser que te tengo bloqueado por mandarme cosas que no me interesan al celular”.

¿Se atreverían a llamar a alguien todos los días para promover un producto, o peor, decirle en persona lo mismo cada vez que la ven? Seguro que no, entonces no hagan lo mismo con el Whatsapp.

Recordando los mensajes cuando llamabas al 105 en los años 80, actualizo uno: “El celular es para acortar distancias, no para alargar negociaciones”.