Voy a admitir algo. A veces prefiero estar en mi oficina que en mi casa. Ahí está. Lo dije. Y espero que mis hijos no lo hayan leído.

A pesar de todas las cosas que uno debe de organizar, hacer, desarrollar, enfrentar, resolver e ingeniar en su puesto formal de trabajo, lo que nos espera en casa a veces puede ser peor. No me regañen ni me miren feo, que al decir ‘peor’ no me refiero a más malo; ni siquiera a un poquito malo, sino que a abrumador. Y estoy segura que muchas mujeres lo piensan, solo que no lo dicen.

Cuando terminas lo que tienes que hacer en tu trabajo formal –y utilizo la palabra ‘formal’ porque quedarse en casa será informal, pero no menos retador- sientes paz, satisfacción, una sensación de logro. Si eres feliz en lo que haces y sientes que eres buena en eso, te ganaste el Gordito del Zodíaco en la lotería de la vida profesional.

Pero luego llegas a tu casa, y sinceramente no sabes lo que te espera: hermanos peleando por un pancake y Nutella, se dañó el calentador de agua,  faltan ingredientes para preparar la cena, debes someter a tus hijos para que hagan sus tareas, puede haber una circular de la escuela con malas noticias encima de tu mesa, algunas de las anteriores, y si es un mal día, todas las anteriores.

Por eso, no entiendo cómo en nuestra actualidad y en el mundo en que vivimos todavía hay personas que consideran que quedarse en la casa y ser una stay at home mom  no es un trabajo. A mí parecer es más duro y sacrificado, pero pobremente remunerado y menos valorado. Me quito el sombrero para quienes hacen ambas cosas. Ah, verdad, yo entro en esta categoría. Aunque a veces no quiero volver a mi casa, ¡un aplauso para mí también!

Tengo un par de hipótesis al respecto de lo que mencioné antes: en tu trabajo formal, por más buena que seas, eres reemplazable. Si algún día te despiden o renuncias, es cuestión de tiempo hasta que venga alguien nuevo a ocupar tu lugar. En tu casa, espero que no.

Pero al mismo tiempo, en un trabajo formal el personal es contratado entre un montón de aplicantes. Solo por eso creo que ya existe la percepción de que vale más. En tu casa, en cambio, estás en el puesto por default. Nadie te contrató, simplemente te tocó. Así que ya no se considera igual.

Aunque a muchas personas les cuesta desconectarse, cuando sales de tu oficina, en teoría cierras la puerta y bye. Pero en tu casa te toca ser chef, chofer de adolescentes, enfermera de niños resfriados, asistente personal de todos, animadora, aseadora, consejera, maestra, medio sicóloga, de vez en cuando ajusticiadora, y otro montón de cosas. Ah, y es un cargo de tiempo completo al que no puedes renunciar.

Entonces, ¿quién se atreva a insinuar que eso no es trabajo? La única diferencia tangible es que en una oficina o empresa llega la quincena y te dan un cheque. ¿Y en tu casa? Nananina.