De mi casa para el mundo. Así nació este modelo capitalista.  Jack Ma ni sabe.

Todo comenzó como siempre empiezan las cosas: una sonrisa amable que poco a poco se fue torciendo, hasta convertirse en una mueca y por fin en un regaño.

Mi generosidad dio paso al fastidio, con las frecuentes solicitudes de Cosa 4 para que le diera dinero. Extraño los tiempos en que perpetuamente tenía solo $4 en mi billetera, y era la excusa perfecta. Sigo teniendo los mismos $4, pero ahora, cuando digo que no tengo efectivo, mis hijos me contestan: “¿Entonces me mandas un Yappy, plissss?”.

Como la única persona más terca que yo en mi familia es Cosa 4, y el título de porfiado se lo tiene bien ganado, hace unas semanas me salió con que iba a montar un negocio para ganar SU propia plata y no tener que pedirme a MÍ.

La verdad es que tengo toda la confianza del mundo en sus dones de entrepreneur. De hecho, me parece genial que busque la manera de ganarse su platita.

Este es el mismo hijo que hace años decidió que los muñecos que venden a un costado de la carretera para ser explotados la noche de Año Nuevo eran muy caros, y los económicos le parecían feos. Así que decidió confeccionar uno a su gusto, de tamaño real y con todas las extras. Vieran qué bien le quedó. No importa que había yeso hasta en el techo de mi cocina y el piso quedó todo pegajoso.

También fue él quien vino a pedirme (solicitud denegada) que le comprara dos gallinas ponedoras. “Ya no vas a tener que comprar huevos para la casa y también vamos a poder venderlos”, fue su línea de razonamiento. No encontré falla en su lógica, solo contestarle que si quiere ayudarme a economizar, mejor que estudie mucho, a ver si así se gana una beca.

Volviendo a la semana pasada, su nueva idea no involucraba convertir la lavandería de mi casa en un criadero ni desbaratar la cocina.

Su nuevo emprendimiento iba a ser vender pan casero y un frasco de humus los viernes. Suena bien, ¿verdad? El detalle es que un pan casero… pues debe hacerse en casa, y ahí salió el segundo problema. “Mami, necesito que por favor me hagas 30 trenzas de pan el miércoles”. O sea, él iba a vender los panes caseros, ¡pero la que iba a hacerlos era yo!

“Ya va. Te pasaste de liso”, le contesté. Al darse cuenta de que eso no iba a proceder, me salió con “Ok, ¿por fa puedes darle tu receta de pan a Yamileth y que ella me los haga?”. Ni le contesté. Solo le di cachetadas con la mirada.

El primer problema, que aún no se los he contado, era el tema del capital. “Mami, necesito que por favor compres harina, levadura, latas de garbanzo, aceite de oliva” y otro poco de cosas que no recuerdo. “Te devolveré la plata con mis ganancias”. Encima que los ingredientes no son baratos, cometí el error de fiarle.

Quiero ser una mamá que apoya y no una matasueños, pero como ven, hasta ahora puse el capital, la supuesta mano de obra y hasta me tocó pedirle un par de Asaps para resolver imprevistos. Para él es un negocio redondo, pero a la fecha yo tengo un retorno de cero centavos.