Así que llegó de nuevo la época del año que muchas madres añoran y que otras tanto temen: el regreso a clases. Este viene acompañado de una combinación de sentimientos para la mayoría, pero voy a confesar que las únicas veces en que me he puesto triste de mandar mis hijos a la escuela ha sido cuando estaban en preescolar. Ahora que están más grandes, cuando llega el primer día de clases lo que me da es ganas de aplaudir y celebrar.

Para empezar volvemos a la rutina, con horarios normales para dormir y despertar. Sé que después de haberse trasnochado semanas consecutivas viendo TV, jugando PS4, visitando (e invitando) vecinos, haciendo diversos emprendimientos (como el negocio de los slimes y desbaratando la cocina en el proceso), el primer día de clases mis hijos van a llegar de la escuela y se quedarán dormidos en el sofá entre las 6:00 y 7:00 de la noche. Ya no más arrear niños y adolescentes a sus cuartos, a deshoras, y que me contesten “¡Pero maaa, son vacaciones!”.

Para mí el primer día de clases también significa el triunfo de haberle comprado uniformes exitosamente a todos (ir de compras y medirle ropa a cuatro varones cansaría hasta a Vin Diesel).

Igualmente, se acaba eso de estar en la oficina, y llamar cerca del mediodía a la casa para preguntar por mis hijos, y que la nana me conteste que aún duermen. ¡Horror! O volver por la tarde a la casa y encontrar que aún no se han ni bañado. Mejor ni sigo… (Qué bueno que mis hijos muy poco me leen).

Para mí el primer día de clases también significa el triunfo de haberle comprado uniformes exitosamente a todos (ir de compras y medirle ropa a cuatro varones cansaría hasta a Vin Diesel). Ni hablar de la larga peregrinación para conseguir zapatillas talla 13, o de desenmarañar la lista de útiles y salir victoriosa, comprando todo lo que piden en la escuela.

Esa lista de útiles es peor que hacer sudoku: 4 cuadernos de 3 materias, 3 cuadernos de 2 materias, 5 cuadernos de 1 materia, etc. Goma líquida Resistol. Nunca en mi vida he visto goma de esta marca. ¿Y qué tal si no quiero Resistol y prefiero Elmer’s o marca Crayola? Luego el juego de geometría marca Oxford, Marshal o Ecole… ¡No friegue! Yo compro lo que haya. Atrás quedaron los tiempos en que me recorría la ciudad tachando una por una cada cosa en la lista, como quien está en un rally.

La bendita flauta Yamaha… Llevo años comprándosela a cada uno de mis hijos, y nunca, NUNCA, he visto a ninguno de ellos tocar ni siquiera Los pollitos dicen en flauta dulce. La veo el día que la compro, y se las empaco en sus maletas, y de ahí más nunca.

En la lista también piden un USB. Cuando pido uno en la caja de la farmacia, me preguntan cuál quiero, supongo que refiriéndose a la capacidad del mismo, pero siempre contesto que el más barato. ¿Qué más da? Acabo de recordar que en mis tiempos pedían floppy disks para la clase de computación. ¡Qué nostalgia!

Pero bueno, suficiente con la lista de útiles. Lo malo del regreso a clases es que de pronto se reactivan los chats grupales, si me preguntan, un mal necesario. Semanas antes ya comienza la preguntadera de listas, horarios, maestras y asuntos varios en cada uno de los chats de grado en los que estoy metida. Los tengo en silencio, ¡pero igual detesto ver el globito de 22 mensajes pendientes en el celular!

En fin, llegó el momento de iniciar un nuevo período lectivo, con todo lo que conlleva, para padres e hijos. Les deseo muchos éxitos a todos nuestros cachorros en este nuevo año escolar.