Nuestros recuerdos se van licuando con el tiempo. Y así, retazos de mi infancia cobran formas irregulares e indefinidas.

Por ejemplo, Milagros, una muchacha que trabajó en casa de mis padres cuando yo era pequeña. Le digo muchacha, pero no distingo si era en realidad una señora. Tampoco estoy segura si los fragmentos que tengo son buenos, malos o tibios.

Milagros era de El Salvador, olía medio extraño y me hablaba de la guerra que había en su país. Eso no era lo único que me contaba. Ella fue la primera persona a quien escuché mencionar al diablo, y fue quien me dijo que a la derecha teníamos un ángel que nos alentaba a hacer el bien, y a la izquierda otro que nos tentaba al mal. Gracias – o por culpa de ella- 40 años más tarde todavía relaciono derecha con bueno e izquierda con menos bueno.

En estos días me recordé de ella, porque solía decir que el mal era astuto y muy artimañoso. Extraño eso. No a Milagros, que ahora que lo pienso estaba un poco chiflada, pero sí aquellos tiempos, en que la maldad tenía que disfrazarse para hacer sus fechorías por el mundo.

Hoy se pasea libremente. Y no solo eso, sino que una buena tajada de la población le lanza confeti y hasta le hace fiesta.

Unas semanas atrás vi una noticia que me llamó la atención. Un rapero en Estados Unidos, en colaboración con un colectivo de “arte”, intervino unas zapatillas de un reconocido emporio deportivo, en una serie de 666 ejemplares. Le pusieron un dije con el símbolo del pentagrama, la numeración de un versículo bíblico que hace alusión al ángel caído y una gota de sangre humana en la suela. Estas zapatillas, bien llamadas (qué ironía), satánicas, se agotaron en menos de un minuto.

A mí hasta me da miedo escribir de esto, y hay gente pagando $1,018 para obtener una pieza de esta serie blasfema y limitada.

Toda la vida me enseñaron que el mal fue creado para estar al servicio del bien. Y así lo entiendo, porque si no existiera la oscuridad, ¿dónde iluminaría la luz? Si no existe la opción de hacer lo correcto, ¿cómo puede la alternativa ser algo verdaderamente incorrecto?

En la lucha eterna entre el bien y el mal, hay un forcejeo constante que debemos aspirar a ganar; la idea es que triunfe el bien. El problema es que progresivamente, veo que le hacen barra al bando contrario. Tanto, que incluso se ostenta, como en el caso de las zapatillas.

No se equivoquen pensando que la situación actual del mundo es un partido que se disputa en un campo ajeno al nuestro. En Panamá vemos políticos que no temen robar, degenerados que no ocultan sus fechorías, artistas que alardean su falta de moral. Lo peor de todo es que se está normalizando lo anormal.

Me entristece considerar dónde pudiera llegar el mundo a parar.