Era 2018, mes de junio. La doctora que atendía en mi trabajo estaba detrás de mí diciéndome: “Cedeño, no te has hecho los exámenes”. Así que me hice mis exámenes de rutina. En la prueba de heces se encontró sangre oculta.

Me sugirió hacer una prueba más profunda en un laboratorio. Luego me refirió a un gastroenterólogo. Fui al hospital Santa Fe, donde me hicieron una colonoscopia y tomaron unas muestras. Me dieron el diagnóstico: adenocarcinoma de recto + metástasis hepática. Estaba solo. Fui caminando a mi casa, pensando durante el trayecto. Cuando llegué, solo estaba mi hija menor; no le dije nada. Le dije a mi esposa que quería reunir a toda la familia. Les di la noticia. Hubo un momento de llanto, pero yo estaba sereno. Pensé: ‘Si es voluntad de Dios, siento que ya he cumplido mi misión’, porque cuando se habla de esta enfermedad de una vez se relaciona con la muerte.

Fui referido al Instituto Oncológico Nacional (ION). Las primeras palabras del oncólogo que me atendió fueron alentadoras. Me dijo: “Mira José, si pones de tu parte, con mi conocimiento, podemos seguir adelante”. Me explicó los primeros pasos que teníamos que dar y la forma que teníamos que llevar los tratamientos, que tenían que ser continuos, sin interrupción.

Cuando estuve en tratamiento en el ION, me programaron una operación para el 19 de noviembre y se me adelantó todo. La radiación me había reducido tanto el tumor que me obstruyó el intestino. El sábado 3 de noviembre llegué de urgencias al ION, pero no me podían operar. Me operaron de urgencia en la Caja de Seguro Social el domingo 4 de noviembre.

A los seis días ingresé al quirófano de nuevo por un grado de contaminación. A mitad de la cirugía tuvieron que darme reanimación; tuve una crisis que duró casi siete minutos. Había perdido la capacidad de respirar por mí mismo. Estuve hospitalizado 22 días .

Me refirieron luego al ION. En unas tomografías detectaron que había una manchita de 3.7 cm., que se veía sospechosa. Decidieron hacerme una biopsia hepática; resultó positivo. La enfermedad había hecho metástasis hasta el hígado. Ya era la tercera operación.

Cuando volvieron hacerme un CAT, vieron que se volvía a presentar una mancha y era un poco más grande. Los médicos decidieron operarme de nuevo. El doctor sacó lo que se pensaba que era maligno. Gracias a Dios resultó negativo.

Debido al diagnóstico no puedo comer como antes me gustaba, tengo que tener mucho cuidado con la alimentación. Nunca fui amante de tomar pastillas para el dolor de cabeza o de estómago; ahora tengo un régimen de medicamentos.

La parte que más me ha ayudado es tener a mi familia al lado, pero sobre todo también la parte espiritual. Con esto me di cuenta que verdaderamente uno tiene que estar de la mano de Dios, porque sin esa paz que Él nos da no podemos salir de una situación así. Comencé a analizar las cosas; ‘si yo no tengo control de esto, ¿por qué me voy a preocupar? Déjale esto a Dios’. Y así ha sido.

Todavía hay un proceso que tengo que pasar, de reconstrucción. Estuve en cuarentena por Covid-19.