América Latina afronta este año citas electorales que cambiarán el panorama político. Los dos gigantes, México y Brasil, celebrarán elecciones presidenciales en julio y octubre, respectivamente, igual que Colombia, cuarta economía del bloque, donde el derechista Iván Duque y el izquierdista Gustavo Petro se disputarán la presidencia el domingo, ambos con mujeres como vicepresidentas.

Los paraguayos decidieron en abril que el líder del partido Colorado, Mario Abdo Benítez, guiará la presidencia del país durante 5 años. Ese mismo mes los costarricenses dieron la victoria al candidato del Partido Acción Ciudadana (PAC, centroizquierda), Carlos Alvarado.

Es evidente que los palacios presidenciales de América Latina no estarán ocupados por mujeres en los próximos años. En 2014 la región podía presumir de ser una de las áreas geográficas con más presidentas: Laura Chinchilla en Costa Rica, Cristina Fernández en Argentina, Dilma Rousseff en Brasil y Michelle Bachelet en Chile.

Sin presidentas en América Latina

Sin presidentas en América Latina

 

Los partidos tradicionales se quedan atrás, y con ellos las mujeres 

Las mujeres que llegaron al poder en esa época representaban partidos políticos muy populares, que repetían por segunda o tercera vez en la presidencia.

Hoy los votantes privilegian a las formaciones nuevas. “Esto penaliza a las mujeres porque normalmente son los partidos ya consolidados los que apuestan por los rostros femeninos”, señala Jennifer Piscopo, profesora titular de ciencia política en la universidad Occidental College en Los Ángeles, California, estudiosa de la representación política de las mujeres y cuotas de género en América Latina.

Para la politóloga, la crisis económica y la fragmentación de los partidos son dos de las causas que han borrado del mapa la nueva generación de presidentas. “Los partidos políticos de cualquier ideología confían menos en las mujeres cuando los ciudadanos creen que la economía está mal. Además, se puede demostrar con el auge de nuevos partidos políticos y el consecuente menor número de escaños para repartir, las formaciones prefieren no arriesgar colocando a mujeres”, manifiesta Piscopo.

‘Candidatas sin opción’

No es que no haya un perfil femenino en las campañas políticas de 2018, sino que no son candidatas viables. “En México, la única aspirante, Margarita Zavala, retiró su candidatura porque no tenía posibilidades”, incide la experta. “En Costa Rica, la izquierda ignoró a la líder política de ascendencia africana Epsy Campbell Barr, a pesar de que contaba con índices de aprobación más altos que los de sus competidores varones”, agrega.

Sin presidentas en América Latina

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Pero, América Latina ha aprovechado como ninguna otra región las cuotas mínimas de candidatas para puestos legislativos. El primer país en dar un paso hacia la igualdad en el ámbito político fue Argentina.

En 1991 aprobó la primera ley en el mundo que establecía que los partidos políticos estaban obligados a designar mujeres por lo menos en el 30% de los cargos disponibles. Hoy la mitad de los escaños de cada partido en el congreso deben estar ocupados por mujeres.

“Las mujeres en América Latina ocupan más del 35% de los asientos legislativos en Costa Rica, Ecuador, México y Nicaragua. El Congreso de Diputados de Bolivia tiene mayoría femenina y ocupa el segundo lugar mundial en mayor representación parlamentaria de mujeres. Los porcentajes no llegan a ser como en los países nórdicos, pero sí más altos que en Norteamérica, África y algunos de Europa”, destaca Piscopo.

Desde el año 2000, al menos 10 países en la región han incorporado medidas similares. Actualmente, solo Guatemala no aplica ningún tipo de cuota. ONU Mujeres criticó en un informe publicado a principios de mayo, que las mujeres en el Congreso guatemalteco ostentan solo el 13.9 % de los escaños. En Brasil el porcentaje de mujeres en el congreso sigue siendo tan solo de 11%.

En este sentido, la politóloga reivindica medidas como las cuotas para alcanzar la igualdad de género. “En los años 1980, las mujeres tuvieron un papel activo en los movimientos por los derechos humanos y civiles. Pero cuando llegó la democracia, se sintieron desplazadas.

El sistema de cuotas permitió un sistema de meritocracia que las ha trasladado de la militancia de base a los cargos electivos. Los partidos políticos, como cualquier otra red de poder, son por definición herméticos. Se construyen a partir de la repetición de iguales y es difícil que acojan a un miembro distinto, aunque tenga méritos”, señala.

‘Luego de un escándalo de corrupción de presidentes, no se pregunta a los votantes si volverían a votar por un varón’, Laura Chinchilla

Sin presidentas en América Latina

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La pregunta que no se hace: ‘¿Volvería usted a votar por un hombre?’

Las mujeres en puestos de liderazgo sufren un escrutinio más estricto tanto en los medios de comunicación como en la opinión pública, donde abundan estereotipos sexistas. Por ejemplo, los chilenos se obsesionaron por la vida sentimental de Bachelet. Ella respondía con elegancia que no necesitaba de un “primer damo”.

Asimismo, la expresidenta de Costa Rica lamentaba en un reciente artículo de opinión publicado en The New York Times la lógica machista que imperaba detrás de las encuestas que preguntaban: “¿Volvería usted a votar por una mujer?”.

“Nunca vemos que después de una crisis económica, de un escándalo de corrupción o de abusos de poder de presidentes, se pregunte a los electores si volverán a votar por un varón”, destacaba Chinchilla.

La marea rosa en la política es imparable, pero todavía queda mucho por hacer.