Lo primero que veo cuando llego a la escuela Cerro Plata, en el distrito de Cañazas, en Veraguas, es a unos  niños jugando béisbol bajo el sol. Tienen de uniforme un suéter blanco y un pantaloncito rojo y, bajo la sombra de un árbol cercano, una profesora  hace de árbitro.

Las bases son botellas de plástico achurradas y el diamante un campo medio enlodado. El juego que transcurre en él es un asunto poco serio:  se oscila entre las risas y los vitoreos. Toda la bulla queda muda cuando,  cada cierto tiempo,  el ruido de los camiones que van y vienen de la mina del área ahogan cualquier otro sonido.

En el centro educativo llaman la atención unos banderines promoviendo valores como la generosidad, la honestidad y la justicia. En medio de ellos un letrero hace alarde de que la escuela es una de las 75  de la región adoptadas por la Asociación Pro Niñez.

‘Una computadora por niño’, el proyecto que cambia mundos

‘Una computadora por niño’, el proyecto que cambia mundos

Pero la de Cerro Plata no es como las demás. Fue una de las dos elegidas para iniciar el proyecto piloto “Una computadora por niño”, el cual hasta ahora ha llegado a 260 estudiantes.

A primera vista los ordenadores llaman la atención. Son pequeños, blancos y verdes, y cada niño mantiene uno abierto sobre su escritorio. En el primer salón la maestra dicta oraciones y los deditos, en su mayoría seguros, tocan las teclas correctas. De vez en cuando uno que otro recibe la pista de que tal palabra se escribe con ‘c’ y no con ‘s’.

En otro salón, de cortinas amarillas y con el abecedario decorando sus paredes, las sillas están ordenadas en un semicírculo mientras los estudiantes toman turnos leyendo distintos párrafos de un cuento.

‘Una computadora por niño’, el proyecto que cambia mundos

UNA COMPUTADORA POR NIÑO

Si en la ciudad es inusual que cada niño tenga su propia computadora en clase , es aún menos común para los del distrito de Cañazas. Aunque la escuela de Cerro Plata es considerada céntrica,  muchos de sus estudiantes caminan hasta dos horas desde regiones apartadas  para tomar clases. ¿Qué significa para la siguiente generación del área tener en la punta de los dedos un mundo nuevo?

Pro Niñez: tras un mejor futuro

Fue para el año 2000 que la Asociación Pro Niñez se interesó por apoyar a los residentes de la región. Iniciaron, cuenta su directora ejecutiva Joanna Boyd, solucionando problemas estructurales: cambiando la quincha por estructuras de cemento, por ejemplo.

Luego, con la noticia de que Panamá no cumplía con los Objetivos de Desarrollo del Milenio en parte por los altos índices de desnutrición infantil mayormente hallados en las comunidades indígenas, el enfoque fue la alimentación.  Actualmente apoyan la alimentación diaria de 5 mil 500 niños de la zona por medio de un programa en el que abastecen a las escuelas de alimentos enlatados y menestras que los padres de familia deben organizar para los niños.

Además, implementaron en 25 escuelas huertos escolares, también manejados por los padres, quienes son capacitados para sembrar vegetales que mejoren la dieta de los niños.

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UNA COMPUTADORA POR NIÑO

Ya desde hace varios años sus esfuerzos han estado apuntando al tema de la educación: primero con capacitaciones a los maestros y ahora con la introducción del programa Una Computadora por Niño.

La XO, nombre con el que se le conoce al ordenador fabricado por una empresa taiwanesa, se ha distribuido internacionalmente como parte de iniciativas de Estado o, como es el caso de Panamá, como resultado del esfuerzo de asociaciones o fundaciones.

Para que el proyecto fuera posible, las dos escuelas de Cañazas donde se distribuyeron las computadoras fueron adoptadas por el sector privado: la escuela de Guarumos, favorecida por el Global Bank, y  Cerro Plata, beneficiada por el apoyo de la Fundación Federico Humbert.

“El objetivo es formar a la niñez con los más altos estándares de calidad educativa”, indica Boyd. Las socias de Pro Niñez, explica, quedaron prendadas del proyecto al visitar el impacto que había tenido su implementación en Nicaragua.

Elevar los estándares educativos del área  significa, en la práctica, capacitaciones para que los maestros sepan utilizar la computadora -incluyéndola en el planeamiento de sus lecciones. El enfoque está en  utilizar las herramientas que la computadora provee para mejorar lectura, escritura y matemática en niños cursando de primero a sexto grado.

‘Una computadora por niño’, el proyecto que cambia mundos

UNA COMPUTADORA POR NIÑO

En la XO, al contrario de otros ordenadores económicos de su tipo, no depende de una conexión a internet: viene cargado con cientos de artículos de Wikipedia que los estudiantes pueden consultar, así como programas para leer cuentos, practicar matemáticas y pintar, entre otras cosas.

UNA COMPUTADORA POR NIÑO

Indira Izprúa es la maestra de segundo grado y la encargada de monitorear el proyecto en Cerro Plata. Lleva el cabello en un moño apretado en la base de la nuca y  parece estar siempre risueña. Al menos siempre que habla de las computadoras sonríe.

Lleva ocho años como maestra en la escuela y asegura que, aunque solo ha pasado un trimestre desde su implementación, los cambios han sido  evidentes. En específico menciona el caso de dos niños: uno que solía ir en un aula de inclusión, y su mejoría con las computadoras ha sido tanta, que ya da clases con el resto de los estudiantes de su grado. Otro chico, al que le era difícil socializar, ha salido de su cascarón desde que las computadoras llegaron a la escuela.

‘Una computadora por niño’, el proyecto que cambia mundos

UNA COMPUTADORA POR NIÑO

Para maestras como Indira las computadoras implican también un aprendizaje. Han viajado dos veces a la ciudad a capacitarse, encontrando nuevas formas de ajustar sus lecciones a la herramienta. “Ellos crean su aprendizaje  en la computadora y nosotros lo que hacemos es tratar de enseñarles  cómo pueden hacerlo mucho mejor”, explica.

Fuera del salón le pido a Eric Santos, un niño de 10 años con coquetos hoyuelos, que me muestre en su XO lo que más le gusta hacer. Arma un rompecabezas sin mayor dificultad y luego enseña, sonriente, el dibujo que hizo de un ave. Sus mejillas están sonrojadas, en parte por la vergüenza de ser el foco de mis preguntas  y en parte porque recién terminó de jugar béisbol, y el cuerpo aún no se ha dado cuenta.

En el salón de al lado leen un cuento, una historia sobre el huerto de un señor de nombre Ramón y de la importancia de alimentarse bien. Cada par de ojos sigue la lectura en la pantalla de su computador.

‘Una computadora por niño’, el proyecto que cambia mundos

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