[vc_row][vc_column][vc_column_text]La pregunta era sencilla. Hicimos un llamado a nuestros lectores de Facebook para postular a conocidos que de alguna manera han cambiado con sus aportes la vida de otros. “Sé nuestros ojos y cuéntanos”, invitamos. Estas son las historias; dos de ellas fueron propuestas por nuestros seguidores Pipo Guerra y Alba de Obaldía.[/vc_column_text][vc_single_image image=”50462″ img_size=”full” alignment=”center”][vc_column_text]Vibra la música

La chiricana Xiomara González es una violinista con 20 años de trayectoria. Después de años de formación en Costa Rica, regresó a Chiriquí y participó en la creación de la Fundación Mario de Obaldía Alvarado, psicólogo y músico consagrado que organizó Cuerdas de Chiriquí, la primera orquesta de cámara en la capital chiricana con la concentración de talento de niños, adolescentes y adultos.

En recordación de aquel esfuerzo de quien fuera su padrastro,  González instruye a generaciones jóvenes en la provincia y además es directora orquestal.

El primer despegue del proyecto musical fue en 2014 con la inscripción de 60 niños y jóvenes. Este año los miembros aumentaron a 122 integrantes, divididos en la orquesta infantil, la juvenil y un coro. Mediante la adherencia a la Red Nacional de Orquestas y Coros Infantiles y Juveniles de Panamá, del Instituto Nacional de Cultura, a cargo del maestro Dino Nugent, se benefician de maestros que viajan desde la ciudad de Panamá hasta Chiriquí para enseñar a usar los instrumentos a los chicos.[/vc_column_text][vc_column_text]En otras oportunidades, los maestros son músicos voluntarios provenientes de Costa Rica y Canadá. González también busca captar la atención de los más pequeños, para lo cual creó la denominada Orquesta de Papel, conformada por niños de preescolar. Son 80 niños que aprenden a tocar violín, viola, chelo y contrabajo. En principio, González intenta continuar con el legado de Mario de Obaldía de acercar el arte tanto a los niños y jóvenes como a los espectadores.

“Cada vez que estos chicos pueden hacer un concierto, crecen de forma musical y como personas. Además, obtienen el reconocimiento de sus familiares, vecinos, amigos, quienes a su vez aprecian el arte, la música. Eso me satisface”, recalca la violinista.[/vc_column_text][vc_gallery interval=”3″ images=”50454,50452″ img_size=”full”][vc_column_text]Entendiendo el alzhéimer

El neurólogo Ernesto Triana se chocó de frente con el mal de Alzheimer. Su madre padeció la enfermedad, y entonces supo todas sus variantes desde su posición de familiar, cuidador y médico. No es fácil lidiar a una persona con enfermedad de Alzheimer; la pérdida de la memoria tiene como resultado los escenarios más difíciles.

Una de sus funciones como director científico de la Asociación de Apoyo a Familiares de Pacientes con Alzheimer y otras Enfermedades Demenciales (Afapadea), es brindarle orientación a personas que cuidan a parientes con la enfermedad. “No hay fórmulas mágicas; la mejor receta es el amor. Nunca discutir ni regañar”, recalca Triana, puesto que hay que tener paciencia y entender que las acciones de los afectados no son a propósito, sino resultado de la atrofia del cerebro.

El galeno, junto con un equipo de especialistas como psicólogos, neurólogos y geriatras, se reúne con quienes hacen el papel de cuidadores. Estos pueden atravesar por un desgaste físico y mental al dar asistencia diaria al enfermo. El equipo es consciente de que en Panamá no existen los profesionales del cuidado, y los que se atribuyen este trabajo piden altas remuneraciones, que en la mayoría no pueden ser costeadas por el núcleo familiar. En las reuniones con expertos se hace docencia y se brinda orientación para que los cuidadores tengan las herramientas necesarias para afrontar las dificultades. Panamá carece de cifras oficiales sobre la enfermedad de Alzheimer, un mal que tiende a aumentar con el envejecimiento de la población y la extensión de la esperanza de vida, pero el doctor Triana lleva un registro de 300 pacientes bajo su control.[/vc_column_text][vc_single_image image=”50429″ img_size=”full” alignment=”center”][vc_column_text]Tatuar la feminidad

Gonzalo Rodríguez era recordado por Pipo Guerra -quien nos escribió por Facebook- como aquel juvenil que quería ponerle sello a toda piel en la escuela. Le gustaba el dibujo y le fascinaba hacer experimentos con su tinta de henna, decoraba la piel de sus compañeros de clase con diseños tribales temporales, muy de moda en sus años escolares, que luego se desvanecían en unas semanas, permitiéndole el “ensayo y error” sin mayores consecuencias.

De adulto, Rodríguez hizo de su pasión su trabajo. Montó un estudio de arte donde hace todo tipo de tatuajes. Tiene 16 años en el negocio. Apenas cinco años atrás su labor obtuvo otro cariz. Por medio de un amigo, encargado de esterilizar los instrumentos empleados en las operaciones en el Instituto Oncológico Nacional (ION), fue invitado como entrenador para que enseñara sus técnicas a doctores que empezaban un programa para restaurar el pecho de las sobrevivientes de cáncer mamario. Posterior a ello, el artista se ofreció como voluntario para ayudar a restaurar el aspecto de los pezones, simulándolos a través de los tatuajes. Hace una o dos restauraciones al mes, sin costo, dependiendo del flujo de pacientes referidas por los doctores de ION. Este tipo de procedimiento cutáneo suele costar entre 700 y 1,000 dólares, por lo que solo algunas mujeres con solvencia suelen darle un donativo al artista.

La intervención cutánea consiste en inyectar tinta de color a un milímetro y medio interno de la piel, como sucede en cualquier tatuaje. La anestesia no causa efecto en esa zona, por lo tanto, se produce una sensación de ardor durante las sesiones de 40 a 60 minutos por pezón. Un sacrificio que vale la pena para obtener el resultado deseado. “Es grato ver cuando ellas se levantan de la camilla, se miran al espejo y les cambia el rostro”, dice Rodríguez de su alegría al observar las caras de sorpresa de mujeres al verse otra vez completas. Pudiera pensarse que el cáncer de mama es para mujeres mayores, pero en estos menesteres Rodríguez ha conocido todas las aristas de la enfermedad. Se sorprende de que existan jóvenes de 18 años con mastectomías. Otras de sus beneficiarias son mujeres de la campiña, que probablemente nunca pensaron en hacerse un tatuaje, pero ahora ven el procedimiento con otros ojos, el de recuperar parte de la feminidad restada.[/vc_column_text][/vc_column][/vc_row]