Cuando Claudia Hamilton, de 15 años de edad, volvió a la escuela de danza, después de varios meses, se dio cuenta de que su rutina de baile se había quedado corta. Después de tanto ensayar en la sala de su casa su cuerpo y sus movimientos necesitaban recuperar espacio. Lo logró. En julio de 2021 obtuvo una medalla de plata en el concurso internacional de Danza Activa. El año pasado había participado de forma virtual y también había sobresalido.

Tres años ya pasaron de aquella vez en que la maestra Kathy, del Programa Enlaces, pasó por la escuela de Claudia, Manuel José Hurtado, invitando a los niños a inscribirse a las clases abiertas de danza. Enseguida Claudia puso atención. Tiempo atrás había tenido que renunciar  al ballet pues en su casa había problemas de salud y económicos. Con entusiasmo le comentó a su mamá y a su abuela de esa oportunidad.

Pero, ¿cómo serían esas clases? Se preguntaba. Pudo verlo días después cuando se topó con un grupo de Enlaces que bailaba en el Parque de Santa Ana. Le gustó mucho lo que vio porque era danza contemporánea. El siguiente sábado se presentó al local de la fundación Espacio Creativo.

El programa Enlaces estimula a jóvenes en situaciones de vulnerabilidad, usando el arte y apoyándolos en sus estudios y su desarrollo emocional.

Claudia ha crecido en el programa donde ha consolidado su amor por la danza. Cuando llegó la pandemia sintió como un choque. Las clases de la escuela y de danza eran de forma virtual, y al principio no contaba con equipos o el internet.

No era fácil ser corregida a través de la pantallas. Un movimiento que se suponía era a la izquierda lo estaba haciendo a la derecha. Ella recibía las clases de danza en la sala por donde todo el mundo debía pasar al llegar y dónde tenía poco espacio. En más de una ocasión se cayeron objetos y estuvo apunto de lastimarse. Por supuesto, el piso no era el mismo que el que tenía en la escuela. Incluso su perro quería estar a su lado mientras danzaba.

Claudia trató de mover algunos muebles para ganar espacio y compartió su horario de clases con la familia para que le permitirán practicar. Con el tiempo hasta el perro aprendió que por allí no debía pasar mientras ella bailaba.

Hablé con Claudia en la Fundación Espacio Creativo, en la Avenida B. Allí me contó que perseveró en sus clases de baile porque sabía que aquello era pasajero y volvería.

¿Y qué sientes cuando bailas?, le pregunté y me respondió: “puedo expresarme sin palabras, si estoy triste, molesta o alegre. Pueto autoconocerme”. Mientras lo dice sus ojos, sobre la mascarilla, brillan.