El diagnóstico de cáncer definitivamente te cambia la vida, y no solo la tuya sino también la de quienes te rodean. En estas breves líneas les contaré todo lo que el cáncer me enseñó.

Lo primero fue el profesionalismo, dedicación y sabiduría de los doctores que me trataron. Dar un diagnóstico de cáncer no debe ser tarea fácil pero con las palabras correctas, la serenidad y dándome certeza de que había una ruta que seguir para salir adelante en esta prueba, pude llenarme de valor y transmitir de esa misma forma la noticia a mis seres queridos.

Me enseñó también del amor en tiempos de angustia, permitiéndome recibir la mayor dosis de mis padres, esposa, hermanas, familiares y amigos, quienes me acuerparon para poder enfrentar de la mejor forma todo el proceso.

También a través del amigo Óscar Ramos aprendí la frase “el cáncer te hace ver la vida de forma diferente”, la cual me apropié desde el instante que me la compartió mientras almorzábamos y me daba los consejos para “entrar al ring” y empezar la pelea.

Luego me enseñó un lugar hermoso que se llama el Instituto Oncológico Nacional (ION), donde desde todas partes del país, de todas las condiciones sociales y de todas las razas que componen nuestro crisol, llegan pacientes de cáncer a recibir atención y tratamiento. Su comprometido personal médico y administrativo, merece todo el reconocimiento y distinción por su loable labor.

Estando ahí, el cáncer también me enseñó de los diferentes tipos en que se presenta, y a miles de pacientes que lo llegan a conocer. Conocer sus historias, su valentía y la de sus familiares, me enseñó un tesoro compuesto de sus testimonios, coraje, ternura, paciencia y determinación, que ha sido un manantial de vida para mí.

El cáncer ciertamente a través de ellos me ha regalado cientos de amigos más, que ahora son también para toda la vida. Muchos se me fueron pero por sus sonrisas y su manera de vivir cada día como si fuera el último, se quedaron conmigo para siempre. Aprendí también del trabajo incansable de muchas organizaciones que nacieron para apoyar a los pacientes con esta enfermedad, quienes muchas veces con pocos recursos y personal, logran hacer grandes esfuerzos para cumplir sus metas de amor.

Tuve también por el cáncer, el placer de trabajar en una de ellas que es Fundacáncer y pude conocer desde adentro esas famosas tradiciones que luego se convirtieron en sus proyectos permanentes para dotar precisamente de los mejores equipos al ION para procurar una mejor atención a sus pacientes. Literalmente realizan su trabajo con todo el amor y entusiasmo.

Lo más lindo que me enseñó, sin embargo, fue de Dios. Me enseñó que no es mi voluntad sino la suya, que no es en mi tiempo sino en el suyo. Me reafirmó que la fe mueve montañas, y que Dios da segundas oportunidades.

En esta segunda oportunidad de vida, me enseñó también a ser padre tras el nacimiento de mi primera hija Alana, que cada día es una nueva oportunidad y que hay muchas metas profesionales y personales aún por alcanzar.

El cáncer me enseñó y me sigue enseñando cada día sus grandes lecciones de vida.