Este lunes 13 de octubre, cuando el calendario recuerda el Día de las Mujeres Escritoras, la Biblioteca Nacional de Panamá abrió sus puertas a las voces que desafían el olvido. No hubo solemnidad ni discursos oficiales: hubo lectura, sentimiento y verdad. Bajo el título Escrituras de la memoria: dictadura e invasión, mujeres, hombres y estudiantes se turnaron el micrófono para devolverle cuerpo y voz a fragmentos crudos de la historia reciente de Panamá.

Escrituras de la memoria: las mujeres que siguen nombrando el dolor

La Biblioteca Nacional celebra el día de las mujeres escritoras. LP/Carlos Vidal

La socióloga Briseida Barrantes abrió la jornada recordando que la literatura también es una forma de duelo y de denuncia. “La invasión del 20 de diciembre de 1989 fue una tragedia que no pedimos, pero que algunos celebraron. Por eso es importante conocer cómo las y los escritores transformaron ese dolor en palabras (...), narró”.

Barrantes subrayó además el largo camino que recorrieron las mujeres para poder escribir con libertad. “Durante siglos tuvimos que usar seudónimos, porque la misoginia y el patriarcado nos negaban la voz. Hoy las jóvenes deben saber cuánto costó que una mujer pudiera firmar con su propio nombre”.

La poeta Consuelo Tomás tomó la palabra. Su voz, serena, pero con filo, resonó con los versos de Voces de la fosa:

“Nosotros los que en mitad del sueño fuimos lanzados de la vida, entre el grito y el espanto de nuestros seres queridos (...)”.

Con varios de los relatos la sala parecía detenerse.

La periodista Melissa Pinel, con su lectura de Un vestido y una flor, del especial Duelo del colectivo Concolón, hizo aparecer a Libia Magdalena Torrero, la mujer que llora a su hijo.

Escrituras de la memoria: las mujeres que siguen nombrando el dolor

Melissa Pinel, periodista. LP/Carlos Vidal

“Una mañana de febrero de 2018 una casa en la cima de una loma en San Miguelito... Libia se bambolea delicadamente en una mecedora... Tiene un vestido lila con pintas amarillas. El vestido tiene 29 años, el mismo número de años que lleva desaparecido su hijo Alejandro Antonio Hubbard Torrero.”

La artista Francia Herrera leyó un fragmento de Imágenes como palabras, también del proyecto Duelo, donde el dolor se vuelve imagen y la escritura, un acto de resistencia.

Otros lectores sumaron sus voces a este coro de memorias: Erasto Espino y Daniel Domínguez evocaron El jardín de las cenizas de Gloria Guardia; José María Torrijos leyó párrafos de Los loros no lloran de Rosa María Britton; y la diputada Alexandra Brenes prestó su voz al testimonio de María Victoria González, Invasión a Panamá.

Escrituras de la memoria: las mujeres que siguen nombrando el dolor

Alexandra Brenes, diputada de San Miguelito. LP/Carlos Vidal

Roxana Muñoz, colaboradora y columnista de ELLAS, leyó Juan Garzón se va a la guerra, de Moravia Ochoa. Eliana Morales, autora de esta nota y periodista de La Prensa, leyó El barrio roto, otra de las historias de Duelo.

Y las lecturas seguían y seguían. Fueron muchas voces, grandes historias. Cada texto abría una grieta en el tiempo, un espacio para recordar lo que el país intenta olvidar.

Entre el público estaba un grupo de estudiantes del colegio Europeo. Tres de ellas, leyeron Un mazda del 69 de la periodista Leila Nilipour, también del especial Duelo.

La jornada es un recordatorio de que la historia no termina en los libros, que sigue viva en las mujeres que escriben, en los que leen, en los que aún preguntan y cuestionan. Fue reconocer que, en Panamá, escribir sigue siendo una forma de memoria y de justicia.