Ella dirige el Centro de Conciliación y Arbitraje de Panamá (CeCAP) y preside la Comisión Interamericana de Arbitraje Comercial (CIAC), que agrupa 27 centros en América y España. Desde allí impulsa una agenda de modernización, digitalización y participación femenina en un campo que durante mucho tiempo estuvo dominado por hombres. Su historia es la de una profesional que cambió un plan personal por un proyecto colectivo que hoy trasciende fronteras.

¿Cómo llegas al mundo del arbitraje y la conciliación?

Recién había sustentado mi tesis cuando un profesor me llamó para apoyar un proyecto Cámara–BID que impulsó la primera Ley de Arbitraje de Panamá. Empecé como abogada asistente; luego dirigí el CeCAP. Tenía un plan para estudiar en España, pero decidí tomar la oportunidad que se me presentaba.

¿Qué te cautivó de este ramo?

Me fascinó ver cómo el arbitraje resuelve conflictos complejos con eficiencia y especialización. Desde el CeCAP hemos administrado cientos de millones de dólares en controversias cada año; en un caso hubo 1,200 expedientes. Ese volumen colapsaría a un juzgado tradicional, pero nuestro sistema digital lo tramitó completo.

Para lectoras no técnicas: ¿por qué el arbitraje nos toca a todas?

Porque es parte del sistema de seguridad jurídica que atrae inversiones y empleo. Si hoy un contrato se firma ‘con un clic’, también se necesita un mecanismo ágil para resolver disputas entre empresas -o con el Estado-. La cláusula arbitral del contrato define sede, reglas y ley aplicable. El resultado es un laudo (decisión) único; si se impugna, se va directo a la Corte del país sede con un recurso de anulación. Eso da rapidez y previsibilidad.

Liliana Sánchez, una panameña al frente del arbitraje en las Américas

Liliana Sánchez dirige el Centro de Conciliación y Arbitraje de Panamá (CeCAP) y preside la Comisión Interamericana de Arbitraje Comercial (CIAC). Foto cortesía

¿En qué se diferencia del juzgado tradicional?

En el arbitraje decides -desde el contrato- quién juzga, dónde y bajo qué reglas. Los árbitros son especialistas en la materia del conflicto. No hay una escalera de apelaciones: el laudo es final, salvo la anulación ante la Corte de la sede por causales internacionales muy acotadas. Eso evita años de litigio.

¿La pandemia cambió su forma de trabajo?

Totalmente. Lo que era ocasional pasó a ser estándar: audiencias virtuales, expedientes electrónicos, pagos y facturas digitales. En CeCAP emitimos una guía de sostenibilidad y eficiencia; lo digital reduce costos, tiempos y huella. Hoy ningún foro serio discute si se puede declarar un testigo por videoconferencia: se asume.

Además de conocimiento en leyes, ¿qué otras habilidades requiere el arbitraje?

Muchas habilidades blandas: comunicación clara, manejo de sesgos, liderazgo imparcial para presidir tribunales y una independencia visible en lo técnico y lo humano. Hay un puente con la mediación: no es que el árbitro sea mediador, pero aplica técnicas de negociación cuando hay puntos de encuentro.

El arbitraje ha sido un terreno masculino. ¿Qué cambió para las mujeres?

Hace ocho años, la presencia femenina en listas de árbitros era mínima. Un estudio global mostró un sesgo cognitivo: al pensar en ‘el mejor abogado’ o ‘el mejor árbitro’, se pensaba en un hombre. La respuesta fue acción: visibilidad, formación, compromisos públicos y nombramientos reales. En el CeCAP, 42% de la lista son mujeres y, cuando la institución nombra, más de la mitad de las designaciones son femeninas.

¿Qué requiere Panamá para consolidarse como hub arbitral?

Ya tenemos mucho: ley moderna (nacional e internacional), respaldo constitucional al arbitraje (art. 202), Corte Suprema pro-arbitraje con tasas de anulación muy bajas, centros sólidos y firmas locales con práctica robusta. Además, la Panama Arbitration & ADR Week nos proyecta. ¿Qué falta? Más promoción internacional consistente: que nos miren y digan ‘en Panamá está todo el ecosistema’.

¿Qué logros te deja la presidencia de la CIAC?

Ampliamos el alcance con 27 centros en América y España, fortalecimos redes y formación abierta por países para crear relevo generacional y atraer más mujeres. Fui reelecta para dar continuidad: ya no es el plan de Liliana ni solo el de Panamá; es un plan iberoamericano con legado.

¿Qué avances en esta materia diferencian a Panamá en la región?

Te comparto cuatro claves:

1. Ley de arbitraje nacional e internacional valorada regionalmente.

2. Reconocimiento constitucional del arbitraje y obligatoriedad del Estado cuando lo pacta.

3. Corte con criterios claros y anulaciones bajas, que da confianza.

4. Comunidad cohesionada: centros, firmas, Procuraduría y MEF preparados para arbitrajes con y contra el Estado. La interconexión del país suma.

¿Qué avances ha tenido Panamá en conciliación y mediación?

El nuevo Código Procesal Civil incorporó mediación y conciliación. La Corte tiene centros gratuitos con capacidad limitada, por eso desde el sector privado promovemos servicios de mediación en centros especializados. A nivel internacional impulsamos la Convención de Singapur para que los acuerdos de mediación se puedan hacer valer en otros países.

Alguna vez te arrepentiste no haber ido a España, como era tu plan original

No. Tuve la lucidez de ver la oportunidad y tomarla. Reinventarse es seguir andando: un proyecto te lleva a otro, y así. Me siento satisfecha con lo construido, aunque siempre habrá nuevos retos.

PERFIL: Abogada panameña con 27 años en el mundo del arbitraje, Liliana Sánchez dirige el Centro de Conciliación y Arbitraje de Panamá (CeCAP) y preside la Comisión Interamericana de Arbitraje Comercial (CIAC), convirtiéndose en la segunda mujer en ocupar ese cargo.