Cuando Leonardo Padura escribió El hombre que amaba a los perros, sobre el asesinato del político León Trotski a manos del militante Ramón Mercader, quería reflexionar sobre “el proceso de perversión de la gran utopía igualitaria”.
Hace poco más de 15 años publicó esta novela que lo transformó de inmediato en un artista transatlántico y la editorial Tusquets hizo una edición conmemorativa que Padura presentó en Panamá de la mano de la librería El Lector.
Esa utopía incumplida durante el siglo XX, explica el narrador cubano, surge en la extinta Unión Soviética y pronto comenzó a ser imposible su cumplimiento dentro y fuera de este estado socialista federal.
Para el autor de Ir a La Habana (su libro más reciente, Tusquets) el siglo XX lo definen tres hechos trascendentales: “las luchas para construir esa sociedad igualitaria inacabada que recibió el nombre de comunismo; una sociedad represiva conocida con el nombre de fascismo, y una sociedad a mitad de las dos cosas llamada neoliberalismo, que al final fue la gran triunfadora”.
Todas estas perspectivas las mezcla Padura en su novela con el crimen contra Trotski. “Aquel casi magnicidio se hizo con una crueldad bastante extrema que lo hace, incluso, aún más dramático. Trotski fue el gran crítico de Stalin y no por menos su libro más importante se tituló La revolución traicionada”.
Fondo y forma
Es una proeza literaria que Leonardo Padura entusiasme al lector con una trama conocida: Mercader acaba con la vida de Trotski por orden de Stalin en 1940, en México. “Esto se logra organizando la información y viendo cómo contar algo que el lector sabe, y a pesar de eso, siga leyendo hasta que ocurra ese acontecimiento”.
El meollo es que el novelista debe ser un manipulador del lector, en el buen sentido de la palabra. “No puede ofrecer un argumento que esté todo claro y definido. Tiene que haber oscuridades que obliguen al lector a tener una mirada más atenta. Los hechos que involucran a Mercader se van acelerando en El hombre que amaba a los perros y los de Trotski los voy retrasando, los hago más lentos. Eso crea un juego de velocidades que crea la expectación del lector por llegar a que las dos líneas de tiempo se unan cuando ocurre el asesinato”.
Para desarrollar esta historia que combina realidad con ficción quiso responderse una pregunta: ¿Cómo una persona puede llegar a cometer un asesinato por obediencia o por convicción política? “Ramón Mercader no fue un representante exclusivo. Esto ha ocurrido con mucha frecuencia en distintas ideologías y también puede ocurrir por motivos religiosos, sexuales o de cualquier otro componente que pertenezca a la condición humana”.
Al leer hoy una obra como El hombre que amaba a los perros le comparto a Padura una nueva interrogante: ¿en estos tiempos qué espacio hay para la utopía? “La utopía está jodida más que nunca. Vivimos un momento que marcará una posible degradación social o permitirá crear una consciencia de que necesitamos otra manera de comportarnos”.
Piensa que, con el alza de los gobiernos populistas, del aumento de los mandatarios enfermos de megalomanía y de las dictaduras con apariencia democrática, el asunto ya no es si la derecha o la izquierda pueden salvarnos. “Todo se ha convertido en una lucha entre la locura y la cordura. Ojalá la cordura triunfe y que permita tener sociedades más justas. Porque al mundo lo mueve son las desigualdades”.
Cita como ejemplo el fenómeno global de las migraciones. “Su origen en la mayoría de los casos es la pobreza. El continente americano quizás sea la región donde haya ricos más ricos y pobres más pobres. La diferencia entre riqueza y pobreza en África es menos abismal y menos brutal”.
La única salida para superar estos años desquiciados es que todos detengamos ese afán por la prisa, mirar lo que está bien y lo que no, y reflexionar si hay otra manera de cambiar la situación. “No estoy pidiendo una revolución. Pido que tengamos una mirada más compasiva, comprensiva e inclusiva”.
