“Vamos a la casa de Tito a ‘jamear”. Así comenzó Egresos, una agrupación conformada por amigos, que se reunía los jueves.

La iniciativa fue de Tito Chevalier, salsero de toda la vida, quien en ese entonces estrenaba un estudio a todo meter en su casa.

“Todo el mundo llegaba a botar energía; no era nada estructurado”, recuerda Boris Allara, publicista y músico.

Los hombres, cada uno con una profesión distinta, traían a sus novias o esposas. Pero ellas no la pasaban muy bien, recuerda Boris. Para ellas solo era bulla. “Un día le dije al resto ¿por qué no sacamos tres o cuatro canciones de salsa y un par de rock, así cuando vienen las mujeres podemos tocarles algo que sepamos?”. A ellas les gustó. “Eso nos creó el compromiso de complacerlas musicalmente”.

Hoy, las groupies, como se autodenominan, están al pie de cada tarima, aplaudiendo y animando cada toque. Por ley, donde va Egresos van las groupies, a veces hasta con sus suéteres estampados.

En un principio la banda tenía ciertos parámetros. “Las canciones tenían que ser sencillas, porque no somos músicos profesionales, pero ¡hey!, de eso hace 15 años”, recalca Boris. “Yo difería un poco porque sabía que la única manera de ser mejores era enfrentar retos”. Gracias a eso, Egresos se ha superado y está donde está. Hoy sacan las canciones que les gustan y nadie les dice qué tocar. Son una veintena de músicos que también hacen presentaciones formales, y por lo usual las tarimas se les quedan chicas.

“Esto empezó como un grupo de amigos. No es que había un comité de admisión, pero al principio era ‘voy a invitar a fulano, ¿qué les parece?”, explica Yuri Moreno, abogado y vocalista en la banda. “Algunos buscan la excelencia musical, otros amistad, otros el desestrés de la semana”.

La energía que destilan se palpa. “Hemos llegado a trepar 28 personas en un escenario”. Hay gente que les dice “¿por qué no hacen un Egresos chico para que vengan a tocar?”, pero Egresos es Egresos.

En una de sus últimas presentaciones, pidieron agrandar la tarima. Pero tocaron con dificultad; quedó tan grande que era difícil comunicarse. “Esas son cosas que nos pasan”, narran los músicos. “Estamos acostumbrados a tocar con cierta apretazón, y aprendimos que debemos tocar así. Pero un poco, no tanto”.

La banda toca sin ánimo de lucro. “Eso nos quita la mitad de la presión”, expresa Yuri. “Creo que gozamos la fiesta más que los invitados”. La banda está acostumbrada a tocar horas seguidas sin interrupción. Una de sus presentaciones insignias es El Valle Jam, que todos los años mantienen, en memoria de Tito, quien falleció en 2014.

“El grupo irradia una energía que se contagia de que nos estamos divirtiendo, y te vas a tener que divertir. Vas a bailar y pasarla súper bien”.

Para estos músicos el plan es tocar todo el tiempo que puedan. “Iremos con los tanques de oxígeno y con los cardiólogos a tocar”, manifiestan entre risas. “Mientras tengamos vida, la vamos a pasar chévere, haciendo lo que nos gusta”.

La tarima se les queda chica: la banda Egresos

La tarima se les queda chica: la banda Egresos

MOI ABADIIngeniero en sonido y electrónica. Audiofoto Pro; batería. Con frascos de conservas vacíos y una tabla de madera para picar vegetales armó de pelaíto su primera batería. Cucharas de cocina eran los bolillos rudimentarios con los que aporreaba el instrumento. “Algunos de los frascos estaban medio manchados de rosado, porque los usaban para hacer encurtido con remolacha”, recuerda el músico. “Ponía algunos boca abajo y otros boca arriba, para pegarle a las tapas”. Así armonizaba sonidos con vidrio y sonidos sobre metal. “Algunos de mis amigos querían ser deportistas, otros empresarios, pero yo quería ser músico”. Junto con su hermano, un primo y un amigo, formó su primera banda, Los Coastways. Quienes navegaron la adolescencia en los años 80, seguro los recuerdan. “La meta era tocar para los bar mitzvahs”, relata. “Creo que tocamos para dos o tres: el de Raymond (su amigo), el mío y el de mi hermano, jajaja”. Su primera batería fue un regalo de su papá. “Tuve que rogarle”, recuerda. “Él prefería un instrumento que no hiciera bulla. Pero no, ¡yo quería tocar batería!”. Abadi fusiona en su vida sus tres pasiones. “A mí me gusta la matemática, la física y la batería. Por eso soy ingeniero en sonido y electrónica, y toco batería”. Pero hasta ahí. “No canto, no tengo voz y me da mucha pena pararme en un escenario a hablar”. Su entrada a Egresos fue una de esas cosas de estar en el lugar apropiado en el momento indicado. “Me estaba mudando y me encuentro con Tito en el lobby del edificio”. Resulta que iban a ser vecinos. Tito lo llevó a su apartamento para mostrarle algo que le iba a gustar. “Estaba haciendo un cuarto de música, y wow. No podía creerlo. ¡Ese es el sueño de cualquier músico!”, exclama. En ese entonces el grupo tocaba por pura pasión. “Era un desorden total y se formaban estas fiestas… Llegabas a la casa y había cabezas a lo largo de todo el camino hasta el estudio”. El género de Moi toda la vida fue el rock, pero terminó tocando salsa, ni sabe cómo. “Me decían el nombre de una canción y no me hacía sentido. Me la tarareaban parara papa, y así la sacaba”. Se sabe más de 100 canciones importantes de salsa. El crédito de nombrar la banda es suyo. “Cada vez que terminaba un toque Boris pasaba la mano cobrando $25 para poder cubrir los gastos. Tito me agarraba por el hombro y me decía ‘Brother, tranquilo. ¿Tienes bote? No. ¿Juegas golf? No. Con 40 ‘palos’ a la semana este hobby es muchísimo más barato que tener bote, jugar golf o lo que sea. Vamos a pasarla bien’. Y así empezó la vaina”. En vista de que solo perdían plata, Moi sugirió el nombre Egresos. “Ese es el factor contable para los gastos”. El nombre pegó y lo primero que hicieron fue coserlo sobre una almohadita y ponerlo en el sofá en la sala de Tito. Y ahí quedó.

La tarima se les queda chica: la banda Egresos

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CARLOS ‘CHOMBI’ TROETSCHVicepresidente ejecutivo MMG Bank; piano. Chombi solo quería una guitarra para tocar igual que su papá. “Cuando le pedí que me enseñara, me dijo que no, que era algo muy bohemio”. A cambio le compró un clarinete y padre e hijo se entregaban juntos, cada cual a su instrumento. Gracias al clarinete terminó en un conjunto pequeño en el Colegio San Vicente, allá en Chiriquí de donde es oriundo. Solito aprendió la guitarra y luego pasó los acordes de la guitarra al piano. “Poco a poco fui desarrollando alguna técnica”, detalla. Aunque hasta el día de hoy no ha tenido maestro, se defiende bien en lo suyo. “Cuando algo en la vida te gusta, le dedicas tiempo. Y cuando le dedicas tiempo y le metes pasión no hay manera de que te pueda ir mal”. “Me gustan mucho las baladas”, admite el músico, quien lleva unos seis años en Egresos. “En una de esas bohemias invité a mi amigo Boris a la casa y cuando me oyó tocando me dijo que estaban buscando a un pianista”. Y así fue reclutado. No fue fácil al principio, porque la salsa tampoco era su principal género musical, pero pudo ponerse las pilas. Chombi siente que gracias a Egresos pasó a ser de un principiante a un performer y recuerda un episodio en particular. “Bicsa nos invitó a la inauguración de su torre. Vino todo el grupo del banco de Miami y Costa Rica. En ese momento yo era presidente de la Asociación Bancaria y Rolando de León ya era gerente del Banco Nacional. Ambos tomamos la palabra. De repente él se quita su corbata y se pone su sombrero vaquero, y yo me quito la mía y cojo el piano, y la gente se queda mirándonos como ¿estos tipos qué es lo qué es? Esa faceta es simpática. Mostrar la vida más allá de estar estresados como lo estamos todos los días; quitarnos los disfraces de banqueros y ser como los demás”. Formar parte de Egresos es como pertenecer a una hermandad, y no solo lo dice él, sino músicos de la talla de Omar Alfanno, quien según Troetsch les ha expresado que el día que quieran volverse profesionales, comenzar a cobrar o cambiar, van a dañar lo que son. “Creo que es cierto. Egresos tiene esa mística de ser nosotros; el relajo que se forma. Hasta los brasses, que son los únicos profesionales en la banda, nos dicen que sí, que aquí hay algo diferente, una magia”.

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ROLANDO DE LEÓN DE ALBAGerente general del Banco Nacional de Panamá; guitarra. Rolando es una suerte de Clark Kent musical. Durante el día es un reputable banquero en saco y corbata, pero en la tarima con Egresos se transforma en Mick Jagger. Es un rocanrolero. Cuando Tito Chevalier lo invitó a unirse a la banda, tres años atrás, fue con la intención de agregar el rock a la banda. Sin embargo, Tito le pidió que le diera una oportunidad a la parte tropical del repertorio también. “Y lo hice, pero no resultó”, explica De León. “Me crié en un estilo de música y no puedo pretender tocar otro, por más buena ejecución que tenga”. Asegura que uno tiene que ser fiel a sí mismo y al público, tanto, que recuerda que su amiga Gaby Gnazzo, con quien comparte en la banda Pair A Dice, un día al verlo tocando música latina le preguntó “Rolando, ¿¡qué estás haciendo!?”. La vida de banquero es de lunes a viernes. “Cuando llega el fin de semana mis colegas se van a jugar golf o tenis o a su casa de playa. Yo no juego golf ni tenis ni tengo casa de playa. Yo tengo una guitarra y a eso me dedico”. De pequeño en su casa se escuchaba de todo: ópera, música clásica, romance, jazz. Para él todo cambió el día que su mamá llevó un disco prestado de Los Beatles. “Desde ese momento no quise saber más nada, sino en ser un músico de rock”.

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ADRIANO PONTY CORREAAbogado; voces. Ponty Correa lo tiene clarito: nació músico y se hizo abogado. Ambas facetas están bien metidas en su ADN y se barajea feliz entre ellas. De joven tocó en Latin Connection junto a Tito Chevalier; ha estado en la orquesta La K-Shamba, Panama Stars, con la orquesta de Roberto Delgado -haciendo los tributos a Rubén Blades-, en Alquimia, con la de Colaquito Cortez… “¡Con quién no he tocado yo!”, exclama el músico, quien ha grabado su propio disco. “Soy salsa y salsa dura; nada de salsa sensual ni café con leche”, se apresta a aclarar. Cuando Egresos se estaba formando, Tito lo llamó para invitarlo, pero en ese momento no podía. “Fui magistrado del Tribunal Superior de Justicia y los magistrados no podemos salir en tarima”, narra. Pero nunca se disoció de la banda. Echando más atrás, el primer instrumento que Ponty agarró fue una flauta pequeñita en el Colegio Javier, cuando tenía ocho años de edad. “No imaginas cuán chiquita era”, rememora. Más adelante fue al Conservatorio Nacional de Música para hacer una prueba. “Toqué un número que se llama El Evangelio de Wanda Kenya, muy viejo, y empecé a meterle sonidos guturales haciendo la conga. Cuando el profesor me ve, me dice: ‘No muchacho, tú no te puedes ir de aquí’. Pero el álgebra, la geometría y el cálculo se interpusieron en mi camino”. Volviendo a Egresos, hace ya varios años que está de lleno con la banda. Su boina es su uniforme y la flauta siempre está cerca. En los ensayos donde Boris, son varias las veces en que a Ponty le ha tocado trancar la casa. “Meto los perros, tiro las llaves y me voy”. “En Egresos pueden haber algunas desavenencias, pero son de arreglos, como en las orquestas grandes. ‘No, esto va así’, ‘la semana pasada lo hicimos así, y ahora lo estás cambiando’, y todo el mundo amarra la cara y enjuta el rostro, y Boris es el cuco… pero cuando suena la primera nota pareciera que nunca hubiésemos discutido”. El grupo ha dado un salto cualitativo muy alto que Ponty quisiera se mantenga. “Hemos alternado con Omar Alfanno, con Sociedad Anónima, con Willy Chirino. Son cosas que pasan por el trabajo”.

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JULIO ORTEGAEmpresario y conferencista; guitarra y voces.

Su primer recuerdo musical es de pequeñito, adentro de un corral, escuchando la radio que su papá dejaba encendida. “Me gustó más el rock y creo que mi primera guitarra la tuve a los 12 años”, cuenta Julio Ortega. De pelao tenía un grupito en la barriada. “Los tres tocábamos guitarra y cantábamos”, recuerda. “Parecíamos gatos callejeros, tocando y maullando”. Como en el año 2005 lo llamó su primo Arnulfo Sandoval. “Hey, primo, ¿te interesaría participar en una banda?”, le preguntó. La banda era Egresos, y estaban buscando a alguien que interpretara rock en inglés con una pronunciación mejor a la de ellos. Lo invitaron a un ensayo donde Tito esa misma noche. “Recuerdo llegar a la casa de Tito y alguien me dice ‘la gente está por acá’. Y yo me quedo, ¿la gente? Entonces llego a un cuartito, no más grande que esta oficina, y había como 70 personas ahí metidas. Impresionante”. Hoy la banda está completa y hasta duplicada. “Somos un grupo de amigos que se reúne con un interés en común, que es la música. Algunos vamos más por la relación de amigos y tomarnos unos tragos; otros, para sacar canciones”. Entre ellos denominan la banda “la rocola”. “Lo que quieras, pídelo”, afirma Julio. “No conozco ningún grupo con este perfil que pueda tocar desde rock, disco, hasta combos nacionales y típico”, admite orgulloso. En tarima pasa de todo. “Una de las cosas chéveres de presentarte en público es que todo es posible”, detalla. “Se te olvida la letra, no oyes nada, se fue la luz, uff, es la norma. Pasan cosas buenas, pero también hay fallos, y los lidiamos. Si alguien la riega, hay que recoger la cosa”. Al final el interés es que la gente se divierta. “Queremos que cuando toquemos la pista esté llena de personas bailando o mirando. Si no hay nadie parado frente a la tarima sentimos que estamos mal”. Y les ha pasado. “Para nosotros el no tener una respuesta positiva del público nos apaga. Si vemos que perdimos la química, paramos de tocar. No importa si faltaban 10 canciones, pero esto se acabó”.

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SANDRO SANFILIPOIngeniero mecánico; sintetizador.

A sus 62 años, Sandro es el “abuelo” de la banda. Pero eso a él no le preocupa. “Yo ya dejé de cumplir años; los demás me están alcanzando”, dice con una gran sonrisa. Sandro afirma que ha estado tocando música desde que salieron Los Beatles. Se incorporó a Egresos casi desde sus inicios. “Boris me escuchó tocando Santana en un estilo que no hacía mucha gente, y me invitó”. En un principio interpretaba el órgano, el violín, hacía efectos, “cosas así”. Del sonido la banda afirma que ha madurado. Además tuvo su propia agrupación, Marea alta, y se mantiene en un grupo de latin jazz llamado Vino tinto. “Ninguno es profesional de la música aquí. Trabajé 39 años en el Canal como oficial de máquinas remolcadoras, y entre los turnos dedicarme a esto era un problema”.

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PATRIZIO MARUCCI Propietario Rockaholic Guitar Shop; bajo.Patrizio y Boris se conocían de sus tiempos en la emblemática banda de rock nacional Océano, pero tenían tiempo de no verse. Por eso Patrizio se sorprendió cuando Boris lo llamó para invitarlo a que tocara el bajo en Egresos. “¿Qué es eso?”, preguntó Patrizio, a lo que Boris le explicó.“Le dije que rock no hay problema. Disco, no hay problema. Salsa, ahí estoy en problemas, y combos nacionales, no sé ni qué es eso”, recuerda con una carcajada. El amor por el rock del bajista de ascendencia italiana comenzó en los años 70. “Vivía en Alemania. A los 13 años empecé con una guitarra de palo, como dicen en buen panameño, que mi viejo me regaló”.

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LUIS CARLOS RODRÍGUEZ Abogado; bongó y campana.Como uno de los miembros fundadores de Egresos, son incontables las historias que Luis Carlos puede contar. Como la primera vez que se presentaron en una tarima, en una fiesta del Colegio Javier, en que cerraron con un tema de rock, Stairway to heaven, y al final le cambiaron el ritmo a salsa. O aquella ocasión en que uno de los pianistas olvidó el tema musical y tuvieron que desconectarle el equipo. O cuando le hicieron el favor de tocar en el quinceaños de la hija de un amigo y nadie se paró a bailar. “Ese día salimos deprimidos”, recuerda. Lo importante, sin embargo, es que forma parte de un grupo que se reúne para divertirse, además de tratar de hacer un buen performance. “Somos una cofradía entre amigos que realmente somos una familia”, admite. “Como en toda familia hay distintos caracteres y niveles de discusión. Lo que hemos logrado transmitir es por la sencilla razón de que es un privilegio hacer música”, recalca. Por eso, cuando están en tarima, entregan toda su energía y capacidad. “No existe aquí una banda que te haga un show de tres horas o más. Hay el deseo de seguir tocando”.

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ARNULFO SANDOVALGerente general Global Matters Group; congas.Todos coinciden en una cosa. La memoria de Arnulfo sirve de bitácora; en ella se almacenan cosas que para la mayor parte de la banda quedaron en el olvido. A principio de los años 80 formó con Tito el grupo de salsa Latin Connection, donde se conocieron los que más adelante fundarían Egresos. Arnulfo se inclinó por el bongó. “Me parecía que era algo que yo podía tocar”. De pequeño no pudo estudiar percusión porque su mamá le decía que no había plata para eso. “Me metí en la banda de la escuela, pero ese año hubo conjuntivitis y no desfilamos”, relata. Aún así, no desistió. “Hablé con el director de la escuela porque descubrí un cuarto de música; abrías la puerta y pensabas que te iba a salir un fantasma”, recuerda. “Estaba lleno de instrumentos que tenían décadas sin usar. Le hice una carta y me autorizó que me los llevara regalados. Me fui con dos saxos, dos trombones, dos trompetas, una flauta”. Esa flauta se la regaló a Ponty más adelante. El estilo de Arnulfo siempre fue innovador. Para una fiesta de quinceaños donde iban a presentarse insistió hasta salirse con la suya para que tocaran la canción de Tommy Tutone, Jenny (867-5309) en versión salsa. Cuando la cosa empezó a enseriarse tuvo que desistir del grupo, pues su horario de trabajo no le permitía ir a las prácticas. Años después llegó a Egresos de la mano de sus excompañeros de Latin Connection. Cuando Tito sugirió formalizar esta nueva agrupación, Arnulfo recuerda que algunos dijeron “cuenta conmigo”; otros dijeron “ustedes están demasiado rookies”. “Moi Abadi agarró la batería; Luis Carlitos dijo ‘yo no sé tocar mucha cosa, puedo agarrar el bongó”, narra Arnulfo. Pero cuando vio que mucha gente quería el bongó, pues agarró la conga.

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DAVID GÓMEZ Director de finanzas 4Ever Magic; voces.La primera vez que David Gómez se paró sobre un escenario hizo a las monjitas llorar. Recitó Incidente de Cumbia en su escuela La Santa Teresita, y las religiosas decían que era un milagro cómo había declamado. El aplauso del público, la reacción de la gente lo enganchó. Participó en los coros juveniles de su escuela en Colón, donde nació. Ya había sentido el amor absoluto por la interpretación cuando acompañaba a su madre a la iglesia y escuchaba a las señoras del coro cantar. Siempre le gustó ser la voz principal. “Tengo guitarra, pero lo mío es cantar”, admite. Un día del año 1984 se le ocurrió participar en un programa de talentos llamado El 2 busca 1. “No me daba miedo hacer el ridículo”, relata. “En ese entonces vivía cerca de TV2 y un sábado en la mañana fui a la audición”. La base para participar era 14 años. Él tenía 13. No se dieron cuenta. Ganó. Pasó a la final del mes. Empató y pasó a la final del año. El gran premio sería un viaje, y cuando pidieron los documentos de los finalistas descubrieron que no reunía los requisitos. “Fue todo un revulú”, recuerda David. Esa experiencia le abrió oportunidades. Aun así, su papá le decía “acuérdate de la escuela”. “Puedes ser lo que tú quieras, pero tienes que estudiar”. “Si hoy es difícil vivir de la música, imagínate hace 35 años”, exclama David. “Vengo de un estracto económico humilde. Soy producto del esfuerzo de mi papá por educarnos”. Pero aunque se dedica a otra cosa, nunca ha dejado de cantar. “Desde que me levanto en la mañana y me monto en mi carro, y desde que salgo de mi casa y llego a mi oficina”. Durante un almuerzo con un colega banquero, David le dijo: “Ya, no hablemos más de tasas de interés y movimientos de mercado; ¡estoy harto! Hablemos de la vida… ¿Sabes que me gusta cantar?”. La asistente del banquero era Aida de Chevalier, la esposa de Tito, y al escucharlo intervino: “Mi esposo tiene un grupo, se reúnen los jueves, es un relajo y hacen salsa. Cuando quieras, con mucho gusto vas”. Meses después fue a un ensayo. “El grupo era muy informal y yo no buscaba ser parte de una banda. Yo estaba como un invitado más. Pero me puse a cantar al final y Tito le dijo a Aida: “este tipo canta demasiado bien”. Era 2006 y así David quedó en el grupo.