Harakiri, me haces falta, ópera prima del panameño Alejandro Castro, fue seleccionada para el Festival Internacional de Cine de Oldenburg, un encuentro de cine independiente reconocido por medios como Variety, The Hollywood Reporter y Screen International como “el Sundance alemán”.
Alejandro, de 31 años, nació en la Ciudad de Panamá y vivió en el país hasta los 14, cuando se mudó a Estados Unidos. En entrevista con ELLAS, relató que su juventud estuvo marcada por constantes cambios de escuela, pasando de internados a centros de corte más reformatorio. Con humor y autocrítica recordó: “He sido un desastre. Mi madre lo ha pasado muy mal conmigo y la adoro por apoyarme”.
Alejandro Castro Arias. Foto: Cortesía
El director contó que la idea de Harakiri, me haces falta nació junto a Diego Salomón, quien también protagoniza la historia. “Vivíamos juntos en Madrid después de la universidad, yo dormía en su sofá. Bebíamos vino barato, fumábamos, salíamos buscando peleas o chicas y volvíamos por la mañana a escribir. La película nació de ese caos: un autorretrato exagerado de dos amigos latinos que se sienten anónimos en un apartamento cualquiera de la ciudad. Buscan conexión con la ciudad, con alguien más que ellos dos, y terminan peleando porque son demasiado parecidos”, explicó.
De esas vivencias surgieron los personajes ficticios: “dos roommates obsesionados con una vecina, incapaces de conquistarla, sin darse cuenta de que son unos losers. Es la desesperación masculina joven, privilegiada, sin rumbo. Va de la autodestrucción, la ira, la búsqueda de algo más siempre, la insatisfacción”, dijo.
Sobre su filme, Alejandro lo resumió así: “Es una película única, que subvierte cualquier idea convencional. Tres amigos, un día, infinitas emociones. Entre la frustración y el deseo, se adentra en la verdad sin adornos de la masculinidad, la intimidad y la amistad”.
Foto: Cortesía
Seleccionado para el ‘Sundance alemán’
La selección del filme para el festival llegó luego de varios rechazos, Alejandro destacó que incluso llegó a pensar que tendría que publicar la película en Youtube. “Sentía que nadie la entendía. Entrar en Oldenburg fue un respiro y una validación que, en el fondo, siempre supe que llegaría” recordó.
Destacó sentirse “muy feliz”, pues reconoció que se ha esforzado mucho en el proyecto. “En mi familia hubo quienes se horrorizaban con el proyecto porque me vieron enloquecidohaciéndolo. Vendí cosas, me metí en situaciones sketchy para poder terminarla" narró.
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Oldenburg es un festival para cine que trae a la palestra propuestas arriesgadas, aspecto que Alejandro afirmó es uno de los más importantes para él. "Harakiri, me haces falta es justamente eso: arriesgada".
Además, admite que, aunque la película esté ambientada en Madrid, tiene parte de su esencia panameña. “Mi identidad está en la manera de hablar, en la música que uso, en cómo los personajes se interrumpen y joden entre sí. Metí canciones de Dorindo Cárdenas y de Osvaldo Ayala, que ha tocado en todos los cumpleaños de mi madre”, contó.
También destacó que su trasfondo personal atraviesa la obra: “Crecí en un Panamá muy privilegiado, con excesos y una sensación de impunidad. De adolescente hacía cagadas y salía ileso por ser yeyé. Hoy lo veo como una mierda, porque revela la desigualdad brutal de nuestros países, pero sigue siendo mi realidad, aunque ya no me comporte así. Mis decisiones, mis adicciones y mi salud mental sí me pasaron factura. Soy adicto y llevo cuatro años en recuperación. Eso también informa la película”.
Foto: Cortesía
Sobre la identidad panameña que impregna su cine, relató que viene también de su infancia y de sus raíces. Creció yendo con frecuencia al campo porque su madre es finquera: Capira, La Chorrera, las fincas de sus amigos.
“Yo perseguía culebras con un machete sin filo que mi madre me daba para que jugara a ser Mowgli, y me la pasaba en el río con la gente de ahí. A la vez, mis abuelos tenían casa en Contadora y en El Valle, todo muy cómodo. Bailaba típico de niño, amansaba caballos en el río, también viajaba a Europa, a Nueva York, a Suiza a esquiar… pero igual estaba en Los Santos en todas las fiestas patrias”.
Con cariño aseguró que ama las tierras panameñas y a su gente: “somos divertidos, jodones, panas, positivos”. Recordó, además, a una de las personas más importantes de su vida: Yaya, su nana, que lo crió cantando tamborito y que es de Montijo, cerca de Santiago.
Y no oculta su deseo de llevar esas memorias a la pantalla grande: “Un día quiero hacer una película en Panamá. Necesito un productor ya. Si estás leyendo esta entrevista: llámame. Soy quien soy y no pienso doblarme ante nadie. Haré las películas que quiero, siempre. Y muchas, espero, serán en Panamá”, concluyó.
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