Octubre es rosado: el mes en que, alrededor del mundo, se refuerza la importancia de la detección temprana del cáncer de mama, una enfermedad que aún afecta a millones de mujeres cada año. Según la Organización Mundial de la Salud, en 2022 hubo más de 220 mil nuevos diagnósticos en América Latina y el Caribe, y casi 60 mil muertes.

La autoexploración, los controles médicos y la conciencia sobre nuestro cuerpo son claves para la salud y la vida. En ese contexto, conversamos con Gisela Tuñón, periodista, madre, emprendedora y creadora del espacio digital Resaltando lo bueno. Más allá de su trayectoria profesional, Gisela enfrentó un episodio que transformó su manera de ver la vida: el hallazgo de una prótesis mamaria rota que afectaba gravemente su salud. Su historia es una invitación a escucharnos, cuidarnos y no postergar las revisiones médicas.

En este mes de concienciación sobre el cáncer de mama, ¿cómo recuerdas el momento en que descubriste tu situación?

No hubo un diagnóstico claro. Solo recuerdo a la doctora, durante un ultrasonido, diciendo: “Esta prótesis está rota, tienes que sacarla lo antes posible”. Era una operación de urgencia. No entendí cuán grave era hasta después de la cirugía, cuando el médico me explicó que la prótesis se había reventado por completo: la silicona se había adherido a mis músculos y tejidos.

Poco después supe del Breast Implant Illness (BII), una condición desconocida para mí. Al revisar mis síntomas con los médicos, comprobé que los tenía todos. Estuve literalmente intoxicada durante años. Aun después de la explantación, algunos síntomas permanecieron. Sentí miedo y confusión. Cuando me coloqué las prótesis me dijeron que no era necesario cambiarlas mientras no hubiera problemas, pero aprendí que ninguna prótesis es para toda la vida. Descubrirlo 14 años después fue devastador.

Gisela Tuñón: Escuchar el cuerpo, otra forma de amor propio

Foto: Cortesía

¿Qué aprendizajes te dejó el proceso de recuperación?

Ha sido —y sigue siendo— un gran reto. Aunque no perdí mis mamas, decidí no volver a colocar implantes. Pasé de una copa C a una A. Me costó adaptarme a mi nuevo cuerpo, verme al espejo, aceptar las cicatrices. En mi profesión, donde la imagen tiene tanto peso, fue difícil. Sentí que había perdido parte de mi feminidad. A veces no me reconozco, pero me he perdonado y he aprendido a amarme desde otro lugar.

¿Cómo cambió tu forma de ver la vida?

Soy otra persona. Todo esto ocurrió mientras atravesaba una situación familiar dolorosa, fue la cereza del pastel. Ahora entiendo mejor la revolución emocional que vive una mujer que pierde sus mamas: va mucho más allá de lo estético. Aprendí a no confiar ciegamente, ni siquiera en los médicos. Siempre hay que investigar, preguntar, buscar segundas opiniones.

¿Qué papel jugó tu familia durante ese proceso?

Fundamental. No sé qué habría hecho sin mi hijo Pablo. Aprendió a limpiarme las heridas y ayudarme con el sostén postquirúrgico. Tenía solo 13 años. Fue un enfermero increíble. Cuando llegó la pandemia, ya nosotros veníamos viviendo la nuestra en casa. [Ríe]

¿Y el apoyo de otras mujeres?

Me sorprendió la cantidad de mujeres que me escribieron, conocidas y desconocidas, muchas con síntomas similares. Sentí que compartir mi historia valió la pena, porque ayudó a otras a tomar decisiones informadas y evitar lo que yo viví.

¿Hubo alguien clave en tu proceso de recuperación?

Sí, mi psicóloga, Itzel Sayavedra. Me acompañó en un momento crucial. La parte psicológica es tan importante como la física. Buscar ayuda en salud mental es fundamental.

Como periodista, ¿cómo influyó esta experiencia en tu manera de comunicar?

Me sensibilizó mucho. Aprendí nuevos lenguajes, a respetar distintas formas de procesar una vivencia. Algunas se sienten “guerreras”, otras “sobrevivientes”. Lo importante es reconocer que cada una vive su proceso a su manera.

Gisela Tuñón: Escuchar el cuerpo, otra forma de amor propio

Foto: Cortesía

¿Cómo nació “Resaltando lo bueno”?

Nació justo entonces. Me sentía devastada, como si lo hubiera perdido todo. Decidí que mis dos misiones serían ayudar a otras mujeres y compartir cosas buenas. Si yo estaba en un hoyo, seguro muchas más también. Así nació Resaltando lo bueno, un espacio de periodismo positivo, hecho con ética y desde la empatía.

¿Por qué es importante promover noticias positivas?

Porque en medio de tanta negatividad, recordar que hay cosas buenas es una forma de resistir.

Tu programa fue premiado. ¿Qué significó ese reconocimiento?

Fue una experiencia hermosa. No tengo millones de vistas, porque no hay morbo ni miseria, pero sí una comunidad fiel. Ser el primer programa digital en recibir el premio a Mejor Entrevista del Fórum Nacional de Periodismo fue increíble. Ese reconocimiento demuestra que el periodismo digital ético tiene el mismo valor que el de los grandes medios. Además, fue un logro familiar: mi hijo y yo producimos, grabamos y editamos juntos. Nos ayudó a sanar y crecer como equipo.

También emprendiste en moda. ¿Cómo surgió esa faceta?

Buscaba trabajar desde casa para pasar más tiempo con mis hijos, y así nació mameyonline.com, mi tienda de ropa y accesorios.

¿Qué significa para ti la moda?

La moda es mucho y nada a la vez. Es mucho porque te presenta, abre o cierra puertas; pero también es nada si lo que sale de tu boca o de tu alma no está en sintonía con lo que llevas puesto.

Sabemos que el ejercicio ocupa un lugar importante en tu vida.

Sí, amo el deporte. Es la mejor medicina para la mente y el cuerpo. Practico triatlón por hobby y hago pesas. Si tuviera que elegir, no podría: ¡los quiero todos! [Ríe]

¿Qué te motiva a mantenerte activa?

No siempre hay motivación; lo que hay es compromiso y decisión. La vida se construye con lo que hacemos hoy, y yo siempre pienso en el mañana. Mi consejo es buscar ayuda idónea, tanto nutricional como psicológica. La mente es el “máster control” del ser humano: ahí nacen y florecen nuestras actitudes y formas de vivir.