En noviembre de 2022, Ana Patricia Graça llegó a Panamá, un país que sigue descubriendo, dice con una sonrisa.

Con casi 25 años de experiencia en la ONU ha trabajado en lugares tan distintos como Myanmar, Guinea-Bisáu, Nueva York y Cabo Verde. Ahora como representante del secretario general, coordina todas las agencias, fondos y programas de la ONU en Panamá.

El 24 de junio es el Día de las Mujeres en la Diplomacia.

¿Cómo empezó su trayectoria en Naciones Unidas?

Empecé como voluntaria. En ese momento, no sabía bien cuál sería mi camino, pero tenía claro que quería hacer algo que tuviera sentido. La primera misión fue en Timor Leste, trabajando en educación cívica antes de una elección constituyente. Luego pasé a temas de justicia y derechos humanos. Desde ahí, supe que este era mi lugar.

¿Qué aprendió de pasar por tantos contextos distintos?

Mucho. Uno aprende que hay que tener los pies en la tierra. Cada país es diferente, pero hay cosas que se repiten: la necesidad de trabajar con la gente, de escuchar, de tener empatía. Naciones Unidas te da una mirada amplia, global, pero también muy humana. El desarrollo sostenible no es solo una idea bonita, es algo que tiene que sentirse en la vida diaria de las personas.

¿Qué proyectos en Panamá le han marcado especialmente?

Hay varios. Por ejemplo, el trabajo que hacemos en la cuenca del Canal con varias agencias. Ahí hay proyectos de reforestación, seguridad hídrica, titulación de tierras. Lo más bonito es que todo se hace con participación de la comunidad. Ya se han recuperado miles de hectáreas y muchas familias tienen ahora sus tierras tituladas. También valoro mucho lo que hacemos con UNFPA en temas de salud sexual y reproductiva, especialmente con adolescentes y las casas maternas. Son procesos que cambian vidas, aunque no se vean de inmediato.

En su carrera ha trabajado mucho en gobernanza, justicia y derechos humanos. ¿Qué la llevó a especializarse en eso?

Desde que era adolescente, ya tenía esa inquietud. Nací en Angola, pero crecí en Portugal. Mi familia siempre me habló de justicia, de los derechos. No sabía cómo se hacía eso, pero sabía que quería hacer algo por las personas, así que estudié derecho en Portugal. El voluntariado fue mi puerta de entrada. Y ahí fue donde sentí que esto era lo mío.

Estamos celebrando el Día Internacional de las Mujeres en la Diplomacia. ¿Por qué es importante esta fecha?

Porque todavía no es lo normal ver a mujeres en espacios de decisión. Se ha avanzado, sí, pero falta mucho. En Naciones Unidas hemos avanzado en paridad, sí, pero ha sido gracias a decisiones claras. No fue automático. En el mundo todavía hay muchas barreras, estereotipos, brechas. Hay que seguir abriendo puertas y mostrar el trabajo silencioso que muchas mujeres hacen en la diplomacia.

¿Qué aportan las mujeres a la diplomacia?

Traemos una mirada distinta. Más sensibilidad, más escucha. Creo que la diplomacia necesita eso. La capacidad de escuchar, de entender antes de responder. Y las mujeres lo hacemos muy bien. Pero hemos tenido que luchar para estar aquí.

¿Qué ha visto del movimiento de mujeres en Panamá, en cuanto a avances y retos?

Un movimiento de mujeres muy fuerte. Mujeres que son referentes, como una Clara González, pero también muchas jóvenes, muchas lideresas comunitarias. He aprendido mucho de ellas. En Panamá hay avances, claro, pero también retos: violencia, empoderamiento económico, participación política. Pero hay fuerza, hay energía, hay ganas.

Ana Patricia Graca, representante de Onu en Panamá: ‘El liderazgo también es escuchar’

Ana Patricia Graca la coordinadora residente del Sistema de Naciones Unidas en Panamá.

¿Qué le ha enseñado trabajar con mujeres rurales, indígenas, jóvenes?

Muchísimo. He visto una fuerza increíble. Mujeres que lideran en sus comunidades, que participan, que proponen, que sostienen todo. En Colón, en Darién, en la cuenca del Canal. Por eso trabajamos en fortalecer sus capacidades. Ellas saben lo que necesitan. Lo nuestro es acompañar, apoyar, no imponer.


¿Qué avances le dan esperanza y qué retos le preocupan dentro de la región, hablando específicamente de desarrollo y de igualdad?

Esa es una pregunta compleja. América Latina y el Caribe fue vista en los años noventa como un faro de crecimiento económico y desarrollo sostenible. Pero hoy seguimos enfrentando un problema muy persistente: la desigualdad. Es uno de los grandes temas de la región, y también de Panamá. De hecho, Panamá sigue siendo el tercer país más desigual en América Latina. La pobreza multidimensional, la falta de acceso a educación de calidad, salud, agua... son desafíos reales, más allá de las cifras macroeconómicas. Para mí, el gran reto regional es cómo logramos una mayor productividad con inclusión. Que las oportunidades, el bienestar y la prosperidad estén para todos, eso es desarrollo sostenible.

Vivimos en un momento de mucha desconfianza hacia las instituciones ¿Cómo puede ser recuperada?

Es un gran desafío. Y yo diría que más que desconfianza existe desilusión. El mundo cambió mucho desde 1945. Hay nuevos retos: crisis climáticas, desafíos de la era digital como la inteligencia artificial, más desigualdad. La ONU está en un proceso de renovación con la iniciativa ONU80. Queremos ser más eficaces, menos burocráticos, más enfocados en las personas. La confianza no se impone, se construye. Y eso solo se logra estando presentes, cumpliendo lo que se promete y trabajando con coherencia.

No se trata solo de hacer más cosas, sino de hacerlas mejor y con las personas en el centro. Con transparencia, con resultados. Y escuchando más.

¿Qué lugar ocupa el diálogo en todo esto?

Es fundamental. Lo veo todos los días. Si no hay diálogo, no hay solución. No importa qué tan fuerte seas, qué tanto poder tengas: ningún país puede resolver los problemas globales solo. La violencia solo genera más violencia. Hay que sentarse, hablar, entender al otro. Eso no es debilidad, es sabiduría. Pero claro, no basta con hablar. También hay que actuar en consonancia. Sin diálogo, no hay solución duradera.

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