El programa Las Claras, de la organización Voces Vitales de Panamá, es un ejemplo vivo de lo que significa generar impacto. En estos 10 años hemos graduado a 157 madres adolescentes junto con sus hijos, quienes recibieron estimulación temprana en sus primeros años de vida.
Hemos acompañado a más de 785 familiares a través de nuestra intervención 360°, y los resultados hablan por sí mismos: el 99% de las jóvenes no ha tenido un segundo embarazo, el 95% de las hermanas menores no repite el ciclo de maternidad adolescente y alrededor del 45% de nuestras egresadas ha logrado insertarse en empleos formales o emprender sus propios negocios. Estos logros no son solo números: representan proyectos de vida que se reencaminan y familias enteras que encuentran esperanza.
Me emociona profundamente ver el cambio en cada una de ellas. Cuando una joven que llegó con miedo y pocas oportunidades termina el programa con un título en la mano, con un trabajo estable o con un emprendimiento, siento que estamos sembrando un futuro distinto no solo para ella, sino también para su hijo y para toda su comunidad. Ese impacto multiplicador me recuerda, todos los días, por qué vale la pena el esfuerzo.
Mi rol también implica tender puentes entre la sociedad civil, las empresas privadas, organismos internacionales y el Estado. Debo mostrar con claridad que invertir en la igualdad de género, la educación y la empleabilidad es apostar al desarrollo del país. Como ejemplo de estos puentes que hemos creado se encuentra el Gran Día de McDonald’s (el viernes 17 de octubre), una jornada solidaria que apoya directamente nuestra misión y en donde todo Panamá se une con la Compra con propósito que reúne fondos a través de la compra del Big Mac. Apoyo como estos y las cifras nos respaldan, pero lo que más convence son las historias: jóvenes que rompen con generaciones de pobreza, niños que crecen con nuevas oportunidades y comunidades que comienzan a transformarse.
Lo que más me llena de orgullo es ver cómo este trabajo inspira a otros. He tenido la fortuna de liderar un equipo comprometido y apasionado, compuesto por psicólogas, trabajadoras sociales, especialistas en estimulación temprana y maestras que creen firmemente en nuestra misión.
Por supuesto, los retos son grandes, pero cuando pienso en las madres adolescentes que hoy tienen un empleo digno, en los niños que han recibido estimulación y educación, y en las familias que ahora sueñan con un futuro diferente, sé que todo el esfuerzo vale la pena.
Ser directora de la fundación me ha hecho crecer como líder y como mujer. Pero, sobre todo, me ha dado la satisfacción de aportar a un país donde más mujeres, adolescentes y niños pueden ser protagonistas de su propio destino.
* La autora es la directora ejecutiva de Voces Vitales de Panamá.
* Las opiniones emitidas en este escrito son responsabilidad exclusiva de su autora.

