Cuando empecé a trabajar, jovencita, novata, tenía ganas de tragarme el mundo. Sentía, con ingenuidad, que mi ambiente laboral sería un jardín de rosas, bonito y perfecto.

En el andar me di cuenta de muchas situaciones. La vida no era tan rosa como la creía. Con el tiempo, como a otros, me tocó aprender y tomar lo positivo. Fui entendiendo el comportamiento de las personas y la oportunidad que era servir y ayudar a otros.

Pienso que un trabajo debería gustarnos. Debería ser algo que quisiéramos hacer aunque no nos pagaran. Por supuesto, como ser humano, uno aspira a ser reconocido  y retribuido conforme a su rendimiento, capacidad, buena disposición y experiencia. La realidad es que muchas veces no es así. Y me pregunto ¿qué podemos hacer ante una situación como esa?

En búsqueda de otras experiencias y de encontrar otros modos de pensar,  se me ocurrió publicar en mis redes sociales, Facebook, Instagram y  Linkedin, una simple pregunta: ¿cómo sería tu trabajo ideal? Recibí varios comentarios que me dejaron pensando aún más y que reflejan distintas experiencias y, en algunos casos, un dejo de decepción.

“Que permita hacer algo que te guste; donde te sientas cómoda o cómodo; donde puedas  administrar tu propio tiempo, no tener que reportarle a nadie, con un horario flexible y sin necesidad de pasar más tiempo en el tranque que en tu propia casa; trabajar desde casa siendo administradora de un negocio, sin tranques y gastos innecesarios”.

Otros dijeron que su trabajo ideal ya lo tuvieron, en un lugar donde antes. Algunos más anhelaban ser  tratados como  un miembro importante del equipo o tener  líderes a los que  les interesara realmente su equipo. Otros expresaron: “donde te permitan desarrollarte, donde te respeten, donde exista la confianza; y algunos más mencionan en donde te traten como un profesional; donde exista respeto laboral y que en base a los méritos se asignen los reconocimientos económicos, y  que las reglas claras”.  Que no exista el amiguismo ni favoritismo, clamaban otros. Algunos querían poder viajar en compañía de su familia. También hubo quien deseaba poder ayudar e ir al trabajo con sed de ser mejor cada día.

Todo se resume en que estamos deseosos de sentirnos reconocidos, de que nuestro tiempo valga la pena, de que uno se sienta importante en el área de trabajo y como persona, de que exista la justicia social dentro del ambiente de trabajo, en fin, tantos anhelos que son buenos desearlos pero que sería aún más provechoso que ocurrieran en la realidad.

Es importante mantenernos atentos para no perder del horizonte lo verdaderamente importante. Si hay la oportunidad, debemos transmitir nuestras inquietudes y  ser críticos para ver si  logramos cambiar un poco nuestro entorno. Es decir, aportando nuestra opinión, no silenciar lo bueno que podamos sumar.

Si la persona que tienes en frente de ti es receptiva a comentarios y puedes dialogar, entonces hazlo. La peor diligencia es la que no se hace.

Seguiremos en otra vuelta.