De niña, aprender a leer fue para mí un desafío mucho más grande de lo que imaginaba. No porque no quisiera, sino porque las letras parecían empeñadas en ponerse difíciles.

En la escuela me enseñaban con letra cursiva: esas curvas largas y elegantes que unían palabra tras palabra. El problema era que yo tenía un retraso en el desarrollo psicomotor y la motricidad fina no era precisamente mi punto fuerte. Hacer un trazo, devolverme, enlazarlo con otro… era como pedirle a alguien que corra una maratón con tacones.

A esa dificultad se sumaba otra: no era solo aprender la cursiva, sino también la imprenta, y en ambos casos, mayúsculas y minúsculas. Cuatro formas distintas de la misma letra. Cuatro códigos que mi cerebro tenía que relacionar y memorizar. Yo me confundía, me frustraba, y sentía que la lectura era un club exclusivo al que yo no estaba invitada.

Todo cambió cuando en una escuela con atención a necesidades educativas especiales decidieron enseñarme a leer solo con letra imprenta. De pronto, las páginas dejaron de intimidarme. Las letras eran claras, espaciadas, fáciles de descifrar. Ya no me perdía entre trazos que se enredaban unos con otros. Por fin podía leer cuentos, letreros, revistas… y, lo mejor, entenderlos sin sentir que me estaban hablando en otro idioma.

Con el tiempo comprendí que este cambio no fue solo un alivio para mí, sino que también puede marcar la diferencia para muchos niños con dificultades de aprendizaje. No se trata de desterrar la letra cursiva (que también tiene su encanto y su utilidad), sino de empezar con lo que resulta más accesible. Nuestro mundo -desde las señales de tránsito hasta las portadas de libros- está escrito en imprenta. Si ese es el lenguaje visual que nos rodea, ¿por qué no comenzar por ahí?

Para mí, la imprenta fue más que un tipo de letra: fue una llave. Y gracias a ella, descubrí que, cuando encuentras la forma de aprender que se adapta a ti, leer deja de ser una tarea y se convierte en un placer.

* La autora es licenciada en Fonoaudiología con más de 15 años de experiencia trabajando con niños con diversas neurodivergencias. Directora de Integrapanama.org y consultora experta de Método Tomatis.

* Las opiniones emitidas en este escrito son responsabilidad exclusiva de su autora.