Gaetano Aloisio encarna la frase  made in Italy. Desde hace más de 30 años se dedica a usar el hilo, la aguja, la tiza y la tijera con finura, atino y delicadeza. Este modista nació en Roca di Neto, un pequeño pueblo de menos de 6 mil habitantes en la región de Calabria, la punta de la bota italiana.

“Siempre me apasionó el arte del vestir bien y pensé ‘si aprendo a coser, podré hacerme yo mismo los trajes”, comenta triunfante en la oficina principal de su refinado atelier en el centro de Roma. Dicho y hecho. Con 16 años, atravesó Italia y se instaló en Milán, donde comenzó a trabajar como ayudante en una de las más prestigiosas sastrerías de la época.

El sastre de la excelencia

El sastre de la excelencia

Llegó a Roma en 1984 y 7 años más tarde abrió su propia sastrería. Por su atelier pasaron políticos y empresarios italianos de primera fila.

Nunca pensó que esas mismas personas a las que diariamente tomaba medidas y con las que elegía las telas más preciadas para sus trajes, acabarían procesadas en la maxioperación judicial Manos Limpias (Mani Pulite). “De la noche a la mañana me quedé sin clientes. Todos estaban bajo arresto. La atmósfera en Italia se hizo insoportable y me lancé a la conquista del extranjero”, explica.

Hoy el 90% de su exquisita clientela es extranjera. Su audacia, talento e innovación le valieron para incorporar a la lista de los VIP a los que viste al emir de Catar, el jeque Tamim bin Hamad Al Thani, al rey Salman de Arabia Saudita o algunos jefes de Estado de África. No necesita publicidad, porque su mejor estrategia para darse a conocer es el de boca en boca. “Mis clientes son la mejor prueba de mi trabajo”, afirma con la grandilocuencia de quien tiene una reputación labrada bajo el precepto del hecho a la medida.

Con los años ha creado un estilo personal en el que confluyen elegancia y sobriedad. “Mi trabajo no consiste en vestir a alguien, sino en crear una imagen personalizada de lo que quieren representar”, acota. De hecho, una de las partes más importantes del ritual de creación es el conocimiento a fondo de sus clientes. En el corazón del atelier, un suntuoso salón en el que cada rincón respira belleza y armonía, Gaetano recibe a sus clientes e interpreta sus requerimientos.

El sastre de la excelencia

El sastre de la excelencia

“Cuando estoy con ellos intento entender quién es realmente, qué le gusta comer, cómo se siente, cuáles son sus aspiraciones, pero sobre todo, cómo quiere ser visto”, asegura mientras se enorgullece de crear trajes que hacen felices por igual a hombres de Japón, Rusia, Medio Oriente y África. Cualquier detalle es relevante, como el lugar donde vive y el clima para elegir los mejores materiales.

El sastre de la excelencia

El sastre de la excelencia

Tras tomarles las medidas y seleccionar  telas, sobreviene el trabajo de alta costura. En la trastienda de su sastrería trabajan 20 personas. Verdaderos artesanos de la tela que cortan los patrones y cosen con delicadeza cada una de las partes del traje. El proceso de creación dura como mínimo dos meses. “Un traje a la medida es como una escultura de mármol. Tras la masa aparece el cuerpo en su perfección. Para ello hay que esconder los defectos y valorar las virtudes, y solo un traje, que es como una segunda piel, puede hacerlo”, explica.

Con precios que van desde casi 5 mil dólares por una chaqueta y un poco más de 7 mil por un traje, los clientes de Gaetano saben que pueden exigir lo que deseen. Por ejemplo, reclamar verdadero hilo de oro para adornar los bordes de una chaqueta o el uso de lana de vicuña, la más cara del mundo. Son clientes exclusivos que necesitan un cuidado excepcional. “A veces he tenido que tomar un avión solo para volver a tomar la medida de los hombros de una chaqueta. Voy hasta donde me necesiten”, señala.

El sastre de la excelencia

El sastre de la excelencia

Cada nuevo cliente precisa que se le tomen al menos tres veces las medidas. Para los antiguos, se usan las siluetas del archivo. Cada uno tiene la suya marcada con su nombre. Una vez definidas la tela y las medidas, se corta la pieza y se hilvana para la primera prueba. Con el cliente ante el espejo se perfilan las últimas modificaciones. “No hago moda ni tendencia, creo elegancia que perdura para siempre en el tiempo”, afirma Gaetano Aloisio.