Hace tres semanas me hurtaron mi celular en un Metro Bus, un sábado.  Antes de ese momento solo había escuchado un par de historias de hurtos y robos. De hecho, hasta esa experiencia, mi percepción de la seguridad de la ciudad era bastante buena.

El martes siguiente fui a poner la denuncia.  Me acerqué a la Dirección Nacional de Investigación Judicial (DIJ) de Ancón, frente a la avenida Omar Torrijos Herrera. Al llegar, me dijeron que debía ir a la oficina de Atención Primaria de la Fiscalía Metropolitana Sede, en Calidonia, a un costado de la iglesia Don Bosco.

Al llegar ahí, la recepcionista  me preguntó por el costo del celular y el área en el que había sido el hurto. Cuando le di la información entró a un cuarto para hacer una consulta. Al volver me dijo que ahí tampoco podía hacer la denuncia. Me dio un papelito con otra dirección.

La última parada fue la Tercera Subregional de Atención Primaria de la Fiscalía, en El Dorado. Ahí atienden las áreas de Ancón, Betania y Kuna Nega. Esa es una de las 11 subregionales que existen en los distritos de la provincia de Panamá.

Al llegar hablé con la persona encargada del departamento, que luego asignaría a uno de sus compañeros para redactar la denuncia. El funcionario  me pidió todos los detalles que pudiese dar, incluyendo descripciones físicas, especificaciones del teléfono celular, el costo del equipo y el contrato que tenía con mi compañía telefónica.

¿Por qué esa mujer está tocando mi pierna?

Ese sábado tenía una cita con mi dentista y pensé usar el Metro. La clínica queda justo frente a una de las estaciones de la línea 1. Pero no contaba con que los buses iban repletos. Como no cargaba efectivo para ir en taxi hasta la estación del Metro de San Miguelito, tomé un bus.

Al subir, me di cuenta de que no cabía ni un pasajero más y me quedé frente a la puerta de salida.  En la siguiente parada, mientras algunas personas se bajaron, una mujer tiró sus tarjetas de Metro Bus al piso y se agachó para recogerlas. “Él las está pisando”, gritó alguien. De pronto sentí que la mujer empezó a tocar mi pierna izquierda. Miré hacia abajo para ver qué ocurría y las tarjetas seguían en el piso. Ahí noté que pasaba algo raro.

Enseguida llevé mi mano al bolsillo derecho, donde estaba mi celular, pero mi teléfono ya no estaba. Me lo habían sacado del pantalón.

La mujer se bajó enseguida del bus y también se bajaron dos hombres que estaban detrás de mí.

Mi celular fue hurtado. ¿Ahora, qué?

Mi celular fue hurtado. ¿Ahora, qué?

Tres sospechosos

Lo primero que se me ocurrió fue bajarme para interrogar a la mujer y a los dos hombres que habían estado detrás de mí en el bus. Al principio, uno de ellos trató de describir a la supuesta persona que se había llevado el celular. Dijo que había salido corriendo hacia el otro lado de la calle, pero en medio de la lluvia no pude distinguir a nadie. Luego se ofreció a llamar a mi número para ver si sonaba. Ya estaba apagado.

Las tres personas se veían sospechosas. Por eso les dije que quería ver sus bolsillos. Aún tenía la esperanza de que lo devolvieran. Ahí tenía toda mi información personal, grabaciones de entrevistas que aún no había transcrito y la mayoría de mis contactos del trabajo. Como era de esperarse, ninguno de los dos hombres tenía el equipo en sus bolsillos.

Esperé un rato más en la parada. La mujer paró un taxi. Los dos hombres tomaron el siguiente Metro Bus que pasó en la misma dirección. Eso me pareció aún más sospechoso. Recordaba la ropa que vestían en ese momento y algunos rasgos físicos. Al relatar el suceso, me di cuenta de que era importante que pudiera reconocerlos en caso de que encuentren a personas que encajen con esas descripciones.

Como activé la aplicación Find My iPhone desde mi computadora después del hurto, también pude dar información sobre los lugares en los que había aparecido el celular entre el sábado y el domingo, antes de que borrara mi información de manera remota. A pesar de que después de hacer eso no podría dar con la ubicación del teléfono, prefería mantener mis datos seguros. Por suerte toda mi información estaba sincronizada con iCloud, la nube de Apple.

Alguien está usando mi número

Fallé en no desactivar el chip para que no pudiera ser utilizado. El domingo por la tarde varios amigos me escribieron por mis cuentas de redes sociales para contarme que alguien estaba usando mi número de WhatsApp y que habían colocado una foto de perfil obscena. A pesar de que quienes se llevaron mi teléfono no podían ingresar al celular, sí pudieron sacar el chip y colocarlo en otro equipo. De esa manera usaban mi cuenta de WhatsApp y hablaban con mis  contactos.

La solución fue llamar a mi compañía telefónica para desactivar el chip. Luego solicité uno nuevo con el mismo número para instalar WhatsApp desde otro equipo y borrar la foto y la cuenta. Ya no utilizaré ese número de teléfono.

No estoy seguro de si el celular aparecerá, pero sé que presentar la denuncia es la mejor manera de reportar que estas situaciones suceden. Además, en la compañía de teléfonos me sugirieron reportar el hurto para que, en caso de que se cometiera un crimen desde ese celular, no saliera implicado, pues el contrato estaba a mi nombre.

El trámite fue menos tedioso de lo que imaginé. La clave está en conocer con anticipación qué subregional atiende el caso. El sitio web del Ministerio Público, www.ministeriopublico.gob.pa, bajo la sección del Primer Distrito Judicial, tiene la información sobre la ubicación, los números de contacto y la cobertura de cada una de las direcciones de  las provincias que comprenden dicha jurisdicción.