¿Ya les había contado que el negocio detrás de mi mostrador es de alimentos? Gracias a Dios puedo seguir funcionando, aunque entre sentimientos encontrados. Gratitud por seguir teniendo suficiente clientela para seguir andando y poder apoyar a otras marcas locales del país. Pero triste de ver a varios compañeros no tener la misma suerte.

Y como dicen varios coaches de emprendimiento por allí (eso es otro tema que tocaremos en otro artículo), ¡me ha tocado reinventarme!

A finales de marzo, como muchos, mandé a algunos de mis colaboradores a casa. Atendí yo la tienda abriendo a horas puntuales, empujando la mayoría de los pedidos a pick-up o delivery. En ese momento, pensé: “Salgo del inventario perecedero que tengo y cierro”. Aunque me partía el alma cerrar porque dejaba a más colaboradores en la incertidumbre de un salario. Pero sentía que tenía que hacerlo. 

¡Y así fue! El 24 de marzo despaché lo que pensé que era el último pedido y publiqué en nuestro Instagram “Estamos en casa. Regresamos pronto”.

Me fui a casa. 

Me seguían escribiendo clientes para saber si estábamos abiertos. Y allí empezó este cerebrito a pensar. ¿Cómo puedo funcionar minimizando los riesgos de contagio?

Mi respuesta:1. Soy la única persona en el local. Sí, esto significa que regreso a mis principios, ¡donde hago todo! Las compras, la cocinadera, la toma de pedidos, la cobradera, la empacadera, la limpieza… Pensarlo me recuerda lo cansada que quedaba, pero me encantaba.

2. Solo manejo entregas a domicilio. Por más desinfectante, guantes y mascarillas que tenga, me da pánico ese cliente que no lo tenga. Por lo que tener pick-up no está en mi mente. Además, mi meta es que mis clientes se queden en sus casas.

3. Solo UNA persona hace TODAS las entregas. Por cada pedido que envío usando un app de mensajería, es una persona más en la calle. Y el tiempo de coordinar cada pedido y esperar a cada motociclista, es tiempo que me quita de estar en la cocina. Opté por un cuadro detallado con nombre, número de contacto y dirección, dividido por área, para que el mensajero pudiera crear una ruta que minimizara su recorrido y tiempo en la calle. 

4. Tomo pedidos, pero solo de lo que ya tengo en inventario. Y aquí es donde cambié la manera que funcionamos. Hasta el momento, le dábamos prioridad a los pedidos y luego rellenamos las neveras. Le di la vuelta. Trabajo en rellenar las neveras con opciones listas para llevar y vender según lo que haya en ellas. No tomo pedidos especiales.

5. Hago entregas dos veces a la semana. Con toda esta logística de funcionar con solo dos colaboradores, no me da el tiempo -ni la cabeza- de hacer todo todos los días. Así que me he organizado. Momentos para cocinar, momentos para tomar pedidos, y dos veces a la semana tener todo empacado y listo para que mi mensajero Juan le dé la vuelta a Panamá repartiendo.

6. A mis clientes le pido paciencia. Informo de cómo estamos funcionando y lo que necesito que me envíen para atenderlos más rápido. Que necesito solidaridad para la entrega de pedidos. Deben estar atentos a sus teléfonos y esperarlo abajo de sus apartamentos para hacerlo un proceso más expedito y Juan pueda seguir con el resto de las entregas. Les cuento que la mayoría ha hecho caso. [carita feliz]

He logrado automatizar y organizar todo lo que se me ocurre para ser más productiva y no morir en el intento. Me he apoyado de Whatsapp Business y sus respuesta automáticas, y en Excel para no perder ningún pedido y tenerle las entregas organizadas a Juan. 

Me he vuelto súper organizada con las compras. No me queda de otra. Tengo que jugar con mis dos horas, tres veces a la semana. Los distribuidores están demorando más tiempo para entregar. Merca Panamá tiene diversos productores que ofrecen entrega a domicilio. Si no consigo algún ingrediente, me invento otra receta. 

¡El Covid-19 me está enseñado mucho! Hay que optimizar recursos, cuidarnos unos a los otros sin importar si nos conocemos. Panamá tiene todo el potencial de salir de esta rápidamente. Los panameños no nos dejamos y ¡esta no es una excepción!