[vc_row][vc_column][vc_single_image image=”47065″ img_size=”full” alignment=”center”][vc_column_text]Lo primero que se supo de la perrita cuando llegó en 2013 como mascota provisional a la familia Monterrey, fue que había tenido un accidente vial. Perdió su patita izquierda delantera. Entró a la casa cojeando, con un aspecto huesudo y picazón en la piel. Gisela Martínez, quien la adoptó, sospechó que estuvo vagando por un período largo en la calle. Los primeros días comía con obsesión de su plato, del de Sherlock, un schnauzer, el otro perro de la casa, y hasta devoraba el alimento para gatos de Michi.[/vc_column_text][vc_single_image image=”47067″ img_size=”full” alignment=”center”][vc_column_text]La llegada de Clara a la familia Monterrey fue en enero de 2013, cuando Emma Lucía era una niña de dos años; desde entonces han cultivado su amistad.
En principio era temerosa del trato con las otras mascotas y con los niños, pero poco a poco fue ganando confianza. Su nombre viene inspirado de la amiga más cercana de Heidi (personaje del clásico literario infantil), Clara Sesemann, la niña que solía usar silla de ruedas hasta su milagrosa recuperación durante una estancia en los Alpes suizos. Así como el personaje, Clara la mascota fue transformándose y recuperando su vitalidad y ganas de vivir.[/vc_column_text][vc_column_text]Entre las visitas de amigos a la familia Monterrey -que la acogió como permanente- pocos notan su condición de discapacidad, más bien su energía por brincar, correr y dar uno que otro lengüetazo de amor, puesto que le encanta recibir el afecto humano o una caricia en su cuerpo ahora lanudo.
Cuando Clara se sienta coloca su única patita delantera en el centro para apoyarse. Para caminar o correr se empuja con brincos impulsada por sus otras patas traseras. Gusta de corretear ardillas en el patio, de bajar y subir escaleras como un correcaminos, juega en complicidad con el perro, la gata y los niños. Incluso se escapa de la casa, pero solo por darle un poco de acción a sus seres queridos en días aburridos.
“Cuando a los humanos nos pasa un accidente solemos quejarnos, recordar la tragedia una y otra vez, pero esta perrita dejó eso en el pasado y su entusiasmo es una gran lección que nos da todos los días”, dice su orgullosa madre adoptiva, Gisela.[/vc_column_text][vc_single_image image=”47064″ img_size=”full” alignment=”center”][/vc_column][/vc_row]