Para tener un hogar presentable donde las tareas fluyan de forma precisa, se requiere disposición y paciencia, cualidades que algunas amas de casa no tienen, ya sea porque trabajan y no les rinde el tiempo, o sencillamente porque son oficios que no disfrutan.

Aquí entra en escena Panama Housekeeper, el emprendimiento de María Amelia Pezzotti, quien ha encontrado un interesante nicho. Desde hace un año se dedica a capacitar a empleadas domésticas en limpieza, organización y cocina.

Ida y vuelta a Chitré

Pezzotti, de 32 años, se mudó a Chitré cuando estaba recién casada y vivió allá ocho años. “Tenía 23 años y no sabía hacer nada”, recuerda. “Me mudé allá sin familia ni amigos. Éramos solamente mi esposo y yo, y me tocó aprender a hacerlo absolutamente todo”. Su mejor amiga fue Martha Stewart en formato libro y no en vivo y en directo, pero fue investigando, leyendo y “googleando”, y poco a poco fue aprendiendo. De hecho, terminó enamorada de todo lo que tiene que ver con limpiar, ordenar, decorar y cocinar.

Las casas no andan ni se limpian solas

Las casas no andan ni se limpian solas

Ya de regreso a Panamá se encontró con un personal doméstico poco capacitado. “Llegué a la ciudad y la muchacha no sabía ni cocinar ni limpiar bien”, explica. Además, se encontró con lo que cataloga como los cuentos de espanto de sus amigas y las malas experiencias que habían tenido en sus propios hogares. “Vi una oportunidad de negocio ahí: capacitar a las muchachas”, indica.

Se me ocurre preguntarle, ¿por qué las amas de casa no adiestran a su propio personal? “Lo que pasa es que no tienen el tiempo”, explica. “Muchas mujeres trabajan a tiempo completo. Salen temprano y regresan tarde a sus casas. Mis clientas no quieren gastar energía en eso; prefieren que otra persona se encargue”.“Una vez alguien me dijo que si viéramos nuestras casas como una microempresa, cambiaría la forma en que la vemos”, elabora. “Tenemos recursos humanos, hay planificación de proyectos… ¡y tenemos que manejar presupuestos! Si lo enfocáramos de esa manera, le prestaríamos más atención”.

Las casas no andan ni se limpian solas

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Mucho gusto, mi nombre es…

Cuando María Amelia llega a hacer una capacitación, todas personalizadas a los requerimientos de sus clientas, lo primero que hace es presentarse. “Les pregunto a las muchachas cómo están, de dónde vienen -porque casi siempre son extranjeras-, y les hablo un poco de mí. Les cuento cómo aprendí lo que les voy a enseñar para que no piensen que ‘ahora viene una chiquilla a enseñarme cómo barrer”. Pezzotti aprendió en el mundo de la hotelería y también con ensayo y error en su propia casa. Y sobre todo, disfruta enseñar.

“Siempre les digo que si sus jefas no estuvieran contentas con su trabajo no me hubieran llamado para capacitarlas, porque están invirtiendo en su educación y en que puedan hacer su trabajo mejor”, detalla.

Las casas no andan ni se limpian solas

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En su experiencia, ha visto ambos lados de la relación laboral. La principal dificultad que encuentra del lado de las muchachas es que en muchos casos vienen de otros países y no conocen nuestra cultura, cómo es nuestra sazón, nuestra comida, o no saben limpiar la casa correctamente. La falta de organización también es un problema. “Yo les facilito la tarea”, explica. “Les enseño cómo limpiar cada cosa y les doy un planificador diario, semanal, quincenal y mensual, porque no hay que hacer todo, todos los días. Por ejemplo, basta con limpiar los muebles de madera una vez a la semana. También les dejo un manual de limpieza, un librito que redacté yo, en el que detallo cómo se limpia el baño, cómo se limpia el inodoro, cómo se le quitan las manchas a los vidrios, la forma de brillar la platería y todas estas cosas”.

En cuanto a las jefas, le pregunto cuál es el consejo que puede ofrecer para que les duren las muchachas. “Wow, esa es dura, porque hay gente un poco difícil”, admite. “Es muy importante no solamente oír, sino escuchar a las muchachas. También tener paciencia. Muchas vienen de otros países, lejos de su familia, esposo e hijos. Vienen a hacer dinero para mandar a sus países y a sus seres queridos. Es necesario ponerse en su lugar: cómo se sienten durmiendo en un cuarto que no es de ellas, estando en una casa ajena, comiendo una comida a la que no están acostumbradas, lidiando con gente que no conocen”.

Las casas no andan ni se limpian solas

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