El tiempo pasa y nos vamos poniendo viejos… parafrasea Pablo Milanés, y mientras él nos canta, comprendemos la inmensa tela de experiencias que fuimos construyendo paso a paso en este largo caminar de la vida.
Pasan los años y vamos cambiando, conociendo, aprendiendo y evolucionando. Los cambios nos ponen de frente a nuestra propia capacidad de comprendernos, adaptarnos y sostenernos; nuestras conexiones cambian, porque cambiamos nosotros, porque no somos los mismos de ayer, ni seremos los mismos mañana.
En este vaivén de modificaciones que vamos aceptando, están las relaciones con los que amamos, nuestros padres, porque ellos cambian también, se cansan, envejecen y su memoria acumulada de recuerdos infinitos, va escogiendo aquellos con los que decide quedarse, su cuerpo agotado de caminar el mundo, va pidiendo pausa y respiro, y su mirada serena y sabia, observa con calma los aceleres del mundo. En ese espacio de tiempo compartido, está el amor incondicional que nos nos sostiene y que nos va dejando su legado impreso en nuestro propio andar.
Mi madre vive, en su mundo de recuerdos y memorias, con su cuerpo desgastado por la artritis regañada que no va a la velocidad de sus pensamientos, con una salud delicada que ha luchado contra un cáncer y varias neumonías que la han puesto al borde de la vida, con una dieta de medicamentos que llenarían una farmacia entera; veo el pasar de los años en su semblante, en su andar despacio y sin prisa, en su conversación repetida y su mirada profunda... pero si me fijo sólo en eso, me frustro, me pongo triste y la entristezco y ese enfoque no es sano para ella y tampoco para mí.
El cansancio acumulado de su enfermedad es demasiado material para sostener, la afecta a ella y también a quienes la cuidamos porque es un cansancio emocional, físico, psíquico y más; algo que los psicólogos denominan “El síndrome del cuidador” (Durón R.M. y Martínez Juárez, 2009). Es común ver esto en personas que dejan de atender su propia salud emocional debido a las demandas que requiere la persona a su cargo, este agotamiento puede ser enorme: sentimientos de minusvalía, fatiga extrema, sobrecarga emocional, confusión de roles, pérdida de control, frustración y desgaste por expectativas no realistas, pues independiente de la atención o cuidado, la persona a cargo puede tener enfermedades progresivas o degenerativas que no se relacionen a la calidad de atención.
Entonces ¿qué hacer?
- Volver a conectar con el ser humano que bailó, sonrió, vaciló, creó, amó durante muchos años es sano para ellos y también para nosotros, hay una historia hermosa que se pierde si no la vemos. Sanar desde lo profundo requiere conectar con una época distinta a la nuestra y comprender que así como nosotros batallamos nuestras propias ansiedades con lo que podemos para lograr un poco de resiliencia, ellos lo hicieron de igual manera, con las oportunidades que podían identificar como propias en sus tiempos.
Sanar también implica observarnos conscientes, reconocer nuestros límites sobre lo que podemos y lo que no, aprender a pedir ayuda, tanto para el cuidado de la persona a nuestro cargo, como para nosotros en nuestro manejo emocional; desarrollar nuevas habilidades que acentúen lo positivo y hasta el sentido del humor; mantenernos realistas sobre la enfermedad, su progresión y lo que se puede hacer al respecto y si es posible, unirse a un grupo de apoyo con el que se comparta experiencias y se convierta en fuente de ayuda.
Con mi madre, mejor decido atender lo que se puede consciente de sus necesidades pero también reconocer que mi madre no es su enfermedad, mi madre es más que eso. Es linda en toda la extensión de la palabra, es dulce y a la vez firme para sostener mis ansiedades, es sabia para darme consejos sobre la vida y mis metas, para contar sus anécdotas de pequeña o sus aventuras de adolescente, es grande por su historia de grandes logros personales y profesionales y por ese corazón inmenso que tiene para abrigar a sus hijos, sus nietos, sus amigas, y sus contactos de Facebook.
Amarlos es nuestro espacio sano de relación.
* Suscríbete aquí al newsletter de tu revista Ellas y recíbelo todos los viernes.


