El último proyecto de Gucci consagra la icónica sucesión verde-rojo- verde en los placeres de la ‘dolce vita’: la experiencia extrasensorial de visitar un museo, el deleite de una buena comida gourmet y la satisfacción de una tarde de shopping.
Una de las firmas de moda más deseadas del mundo lanza un nuevo proyecto que combina en un mismo espacio físico una tienda de objetos singulares, un restaurante a cargo del chef italiano distinguido con tres estrellas Michelin, Massimo Bottura, y la zona de exposición Gucci Garden Galleria, dirigida por la crítica María Luisa Frisa.

Gucci, en el corazón de la Toscana
Y lo hace precisamente en el Palazzo della Mercanzia de Florencia, donde Guccio Gucci comenzó a principios del siglo XX a comerciar entre la burguesía de la época bolsos, baúles, zapatos y cinturones de inspiración ecuestre. Todo un retorno a sus orígenes.
Un enorme ojo de neón violeta observa desde la fachada a los visitantes que se acercan para descubrir el ‘Gucci Garden’, concebido por el director creativo Alessandro Michele como una experiencia sensual que sacia las apetencias de la vista, el olfato y el gusto.

Gucci, en el corazón de la Toscana
No puede decirse que sea un restaurante, ni una tienda, ni tampoco un museo; más bien todo a la vez. La aventura mejora en el interior del edificio, que ya desde 2011 albergaba el Gucci Museo. Las paredes se vuelven selváticas decoradas con flores, plantas, insectos y todo tipo de animales exóticos que pasean con soberbia sus vestidos y trepan por el mobiliario desafiando a la gravedad.
“El jardín es real, pero pertenece, ante todo, a la mente y está habitado por plantas y animales como la serpiente, que se cuela en todas partes, y en cierto sentido simboliza un comienzo y un regreso perpetuos”, explicó Michele en un comunicado.
Por su parte, Frisa dejó claro que lo que observamos no tiene nada que ver con la concepción tradicional de museo: “Queremos contar nuevas historias. Las piezas no se han seleccionado por su importancia, sino teniendo en cuenta su significado y lo que relatan”, acotó. “La idea es explicar Gucci a una gran audiencia”, agregó.

Gucci, en el corazón de la Toscana
La modernidad se conjuga con lo clásico a medida que avanza nuestra visita. Un gran mural del artista Trevor Andrew -también conocido como GucciGhost- preside una de las salas. En la estancia contigua encontramos Fantino, un gigante retrato ecuestre del siglo XIX de Domenico Induno. Junto al vestuario decorado con las grafías de la artista española Coco Capitán, colaboradora habitual de la casa, conviven piezas históricas de los años setenta. En otra de las habitaciones un vestido negro de Frida Gannini dialoga con una de las icónicas creaciones de Tom Ford.

Gucci, en el corazón de la Toscana
En la planta baja se sitúa la tienda donde se venden diseños exclusivos de Gucci, en algunos casos piezas únicas, así como artículos de decoración que forman parte de la nueva línea de negocio de la casa de moda. También hay cabida para libros y objetos de papelería.
Superar los desafíos: ese ha sido el éxito de Kering, el grupo propietario de la firma, que multiplicó por dos el volumen de sus ventas en el tercer trimestre fiscal de 2017.
Los seguidores de la marca tienen ahora un nuevo lugar de peregrinación en Florencia. El precio de entrada es de ocho euros, la mitad de los cuales se destinarán a proyectos de restauración de la ciudad del Renacimiento.

