Por muy buenas que sean nuestras intenciones, si no actuamos no hay obra.

Por muy pequeñas que sean nuestras acciones, nuestro deber es tratar de causar un impacto en los demás. No es necesario hacer cosas grandes, sino grandiosas. Obras que además de abrazar el corazón de los que nos rodean, también podamos manifestar apoyo en la medida y capacidad que cada uno tenga.

Cuando decidí hacer la donación al hospital Oncológico, no tenía idea a lo que me enfrentaba. Era la primera vez que asistía a ese hospital.

Durante los meses previos me fui organizando, preguntándole a las enfermeras, a conocidos, a doctores, y también basado en mi experiencia propia, las cosas que podía llevar que pudiesen de alguna forma aliviar las necesidades de quienes estaban allí. Así que poco a poco fui preparando 100 bolsas, que para mí eran un montón! Las bolsas, tenían entre otras cosas: agua, suplemento alimenticio en bebida (tipo sustacal) jugo, galletas saladas, granola, crema para la piel, gel antibacterial, jabón, y turbantes. Estaban tan pesadas, que no me imaginaba cómo iba a hacer para distribuirlas. Traté de que a todas las bolsas les tocara algo balanceado y también incluí un par de cajas de pañales desechables para adultos, que me habían mencionado eran muy necesarios. Estuve por meses organizando los detalles. Varias personas me escribieron para enviarme sus donaciones, las cuales recibí gustosamente. Sin embargo, yo quería que la gran parte de esa donación saliera de la venta del “Closet de María Antonieta”, pues sentía que de alguna forma era mi deber retribuir algo propio hacia los demás. Por otra parte, era necesario esperar terminar mis tratamientos para no exponerme, mientras el cuerpo comenzaba a recuperar sus defensas.

Llegó el gran día, mi hermana Gissel, mi cuñado Juan Carlos, mis compañeras Mixel y Yessenia, Míriam y Rodrigo por parte de Ellas, y nuestro “chof” David, decidieron acompañarme. Yo iba feliz, ¡sentía que estábamos a manos llenas! El carro estaba full de bolsas, ¡la donación iba a ser todo un éxito!

Cerca del hospital ocurrió mi primer shock. La cantidad de carros y estacionamientos estaba hasta el tope. ¡No cabía una aguja! Y yo pensé en ese momento, ¿cómo hacen los pacientes que vienen todos los días?, ¿vendrán en Uber? , yo no puedo imaginármelo, porque uno se siente mal después de la quimio, yo pensaría que siempre quisiera estar acompañada, pero la realidad es diferente… Mucha gente llega desde la madrugada en buses, gran parte solos; reciben sus tratamientos y se regresan a sus casas, algunos viajan desde el interior. Yo no podía imaginarme cómo cada uno de esos pacientes se pueden sentir en sus trayectos. ¿Será que yo soy una floja?, ¿una consentida?, ¿cómo hacen? Es difícil de imaginar y de comprender, cuando teniendo seguro privado, yo iba sin ningún problema al consultorio, a la hora que me tocaba, sin tener que esperar por un cupo, o por una silla para sentarme.

Ya nos estaban esperando, así que no tuvimos problemas para estacionarnos. Sin embargo, la cantidad de gente que esperaba afuera del hospital, fue mi segunda impresión. Tal fue mi impacto que me dieron ganas de llorar, me sentía sobrecogida, abrumada, lo que llevábamos no iba a ser suficiente. Comenzamos a caminar entrando a la sala de quimioterapia; posteriormente a radioterapia y urgencia oncológica, cada una más abarrotada que la otra. Las bolsas se iban disipando con tanta facilidad, había tanta necesidad allí… y me puse a pensar que en vez de haber llenado esas bolsas con tantas cosas, hubiera comprado varias cajas de jugo, o varias de suplemento alimenticio líquido para repartirles y hubiera alcanzado para muchas más personas. Salimos del hospital con el corazón apachurrado, con el sentir de que esto no podía quedar allí…

La satisfacción de ayudar a otros es algo maravilloso. Yo sé que pudimos hacer más, pero lo poco o lo mucho que entregamos, lo hicimos con el corazón. Definitivamente no hay obra sin acción, las intenciones se quedan solo en palabras, si no nos comprometemos. Quizás todos los meses no podemos hacer donaciones de este tipo, requiere recursos para ello, pero otra forma de ayudar es demostrar apoyo con palabras, con cariño, con atenciones a aquéllas guerreras que hoy inician una lucha.

No importa cuántas Fundaciones existan, nunca será suficiente, se necesitan manos, pero sobretodo amor para poder llevar a cabo esta labor.

Así es como hacemos que el AMOR sea tangible, en el que lo podemos sentir, palpar y respirar en las personas que amamos y todas aquéllas que llegaron a cumplir un propósito a nuestras vidas.