Hace poco fui a almorzar con una persona a la que quiero intrañablemente. Es una de esas pocas con las que uno se tropieza en la vida, la cual, por una razón o la otra, he tenido la oportunidad de compartir momentos trascendentales. Reconozco que esta amistad es un gran tesoro, pues no todo el mundo tiene la dicha de descubrir algo así.

Con ella aprendí muchas lecciones que han forjado la persona que soy hoy en día; me enseñó el valor de la humildad, del perdón, me enseñó a soñar. Me apoyó en momentos difíciles y sentó las bases para ser una profesional de primera, desde supervisión de personal hasta la disciplina de hacer los informes más aburridos y, sobre todo, la importancia de seguir creciendo siempre en todos los aspectos de mi vida; pero lo más importante fue que siempre creyó en mí. Reforzó mi autoconfianza para tomar las mejores decisiones, incluso en momentos en los que sentí que no estaba lista.

En ese almuerzo tuvimos la oportunidad de ponernos al día y de conversar de todos los detalles de este difícil proceso, pues ella quería, de alguna forma, ser parte de él. Le comenté la hermosa experiencia que estaba viviendo en la que había recibido tanto cariño, no solo de la gente que está a mi alrededor, sino de gente que tenía mucho tiempo de no ver; personas de mis antiguos trabajos, mi familia, compañeros de universidad, amigas que viven afuera, mis compañeros de trabajo actual. Todos manifestándose de una forma u otra, y me dijo: “Llegó el momento, tienes que conectar los puntos”… y yo contesté, “¿cómo así”? Y ella me dice: “No te haz dado cuenta que no son ellos, eres tú”… Todas esas personas están aquí por ti. Ahora te toca darles algo a cambio…

“En la vida hay tres cosas que uno tiene que hacer: La primera es dejar un legado, que puede ser a través de escoger personas que se te presentan en el camino, desarrollarlas y hacerlas crecer, pero siempre asegurarte de que la semilla se siga esparciendo. La segunda es escribir un libro; quizás, María Antonieta, es tu oportunidad, comienza la historia y continúa ese legado, habrá muchas personas que les interesará conocer tu experiencia. Y la tercera, es tener un hijo. Creo que a través de todas esas personas hay una semilla que haz esparcido, María Antonieta está en proceso, tienes tus hijos que los estás viendo crecer, pero ahora te toca conectar los puntos”.

Nosotros vinimos al mundo a contestar una pregunta “PARA QUÉ”, no todos tienen la dicha de poder contestarla, de encontrar su misión. Ese “PARA QUÉ” conecta tres dimensiones: el amor, el tiempo y la muerte, y en cada una de estas etapas hay gente que se va manifestando, la cual tiene una intención, pues nada de lo que nos pasa sucede por casualidad. Cada una de las experiencias, buenas y no tanto; cada uno de nuestros trabajos, compañeros, amigos, éxitos, decepciones, amores y desamores, han estado allí por una razón. Todos los días María Antonieta cobra más sentido, a través de todos ustedes quienes leen esta columna, me inspiran, me dan fuerzas para seguir luchando, pero hay algo más…

Todo lo que sucede en la vida sucede al ritmo que tiene que suceder, ni más, ni menos… Como dijo una vez Albert Einstein: “Not everything that counts can be counted, and not everything that’s counted truly counts” / “No todo lo que puede ser contado cuenta, y no todo lo que cuenta puede ser contado”. La misión tiene que ser continuar este viaje de vida con un significado, con valor, con propósito y utilizar eso para causar un impacto en lo demás. Ese es el verdadero éxito.