No hay mal que por bien no venga. Dicen.

Parece que la pandemia ha permitido quitar el plástico a palabras que teníamos casi sin estrenar; al menos las hemos sacado del cajón con alcanforina.

Por ejemplo:

Confinamiento, ¿ustedes usaban antes esa palabra? ¿en serio? Hasta hace poco me sonaba a confite.

Epicentro: Solíamos usar el término solo para noticias relacionadas con terremotos. Con ella, nos referimos a los focos o los sitios que concentran un alto número de casos.

Cuarentena: La conocíamos pero no tan bien como creíamos. Hasta acabamos de entender que este aislamiento preventivo puede no ser de cuarenta días. También me recuerda un lugar que había en Panamá Viejo, cuando yo era niña, y donde allí custodiaban animales.

Sanitizante:  ¡No! esa palabra no existe en español. Lo correcto, se cansa de decir la Fundéu, es desinfectar. No se hagan, que aquí nos hemos pasado la vida desinfectando con clorox, mistolín y Kangarú, en casos extremos.

Pediluvio: Palabra que ha salido de los spa para quedar en la puerta de nuestras casas.  La vi en un comunicado que me enviaron en mi edificio. “Tendremos en un pedilivio en la entrada del lobby”, anunciaron.

Al día siguiente me quedé buscando el pediluvio, y si fuera una culebra me pica. Era una pequeña alfombra humedecida en un pequeño recipiente.  Alrededor había un montón de huellas encharcadas.

Les digo: no se le paga suficiente a los conserjes. Luego  agregaron un cartón para secarse los pies. Buena esa.

Desde entonces me he dado cuenta de que los pediluvios proliferan. A veces es una alfombra de grama artificial colocada en una bandeja de asar, o algo así parece y otras es una toalla mojada con algún líquido desinfectante puesta en una bandeja también de asar, pero desechable. No falta ingenio.

Y como tristemente pasa con las tragedias, también hemos enriquecido nuestro conocimiento geográfico. Ahora ya sabemos que existe Wuhan y Hubei.

Pd: Para ver, más en serio, sobre el manejo del lenguaje en estos momentos les recomiendo la página de la Fundéu.