El otro día, mientras escribía en la computadora, escuché a mi hija viendo uno de esos videos de youtubers viajeros. Esta vez, el protagonista andaba por Panamá, paseando por la Cinta Costera y no dejaba de repetir que la ciudad se parecía a Miami. En ese momento, mi hija me interrumpió para preguntar, algo desconfiada: “Mamá, ¿ese señor nunca ha visto edificios?”
Le expliqué, sacando un poco de la sabelotodo que habita en mí, que aunque Panamá no tiene el edificio más alto de América Latina, sí cuenta con varios entre los más altos. Pero claro, el youtuber era de un país con muchos temblores, y tal vez no estaba acostumbrado a ese paisaje urbano.
En casa, las conversaciones sobre YouTube son frecuentes. Mi hija sigue canales de todo tipo: desde granjeros de hormigas que construyen elaborados sistemas para sus colonias, hasta creadores que arman laberintos gigantes para sus hámsteres. También sigue a un señor que construye enormes complejos de barro. No siempre entiendo sus gustos, pero me da curiosidad cómo descubre el mundo a través de esas historias.
Pero, en especial, cuando se trata de programas de Youtuber viajeros me gusta recordarle que un país no se descubre en 15 minutos. Muchas veces me habla de que en un país comen insectos o tienen tales o cuáles tradiciones que parecen excéntricas.
Algunos de estos viajeros tienen un talento especial para encontrar esas pequeñas curiosidades que parecen definir a un lugar. Ya me imagino el título que le pondrían a uno de sus videos sobre Panamá: “Panamá, el país donde la gente come iguanas.” Claro, en algunas regiones del istmo, la iguana es parte de la tradición culinaria. Los que la comen dicen que es deliciosa, aunque para muchos panameños la idea suena un poco extrema. Además, la caza de iguanas es ilegal. El punto es que basta con encontrar una de estas costumbres para que se convierta en el tema central del video, y de repente todo el país parece reducido a ese detalle exótico.
Sí, somos variados, ricos y complejos, pero en redes sociales es fácil caer en lo superficial, en la rareza sin contexto que busca clicks y reacciones. El cringe y lo absurdo atraen, pero detrás de cada tradición hay historias, personas y significados que se pierden cuando se ven solo a través de un lente que viene de lejos y se queda un ratito, o peor, sin la curiosidad de buscar más allá que un titular llamativo.
No somos solo el país de los rascacielos, las iguanas a la parrilla, o las vacas encutarradas (una tradición en el festival del torito guapo en Antón). Somos mucho más que eso, y también lo son los otros países que a veces se reducen a estereotipos en frases que repetimos o en los videos que ahora miramos a cada hora.
Ver un país a través de los ojos de otros puede ser divertido, pero siempre hay mucho más que contar y entender. Eso requiere de tiempo y de respeto. La identidad de un país no se define solo por lo que otros capturan con sus cámaras.